Las tensiones han aumentado entre Amazon y diversas editoriales desde que el mayor minorista de internet pusiera en marcha el servicio Kindle Owners’ Lending Library o Biblioteca para Usuarios de Kindle, pero también la editorial Penguin ha dado un paso más al retirar el acuerdo de distribución que tenía con la plataforma OverDrive para ofrecer libros electrónicos y audiolibros digitales a las bibliotecas, noticia de la que ya se informó en Lectura Lab.
Por otra parte, los libros adquiridos por los propietarios de Kindle tendrán que ser transferidos al dispositivo mediante usb; y las actualizaciones realizadas mediante el método de distribución OTA (Over-the-air) [A través del Aire] no serán permitidas. Asimismo, la editorial ha manifestado estar negociando un "acuerdo de continuidad" con las bibliotecas para permitir la distribución continua de obras que ya hayan sido compradas.
Según informa el editor Joel Hruska en ExtremeTech, la editorial Penguin ha cancelado su contrato con OverDrive porque no está satisfecha con la decisión de Amazon de prestar contenido descargado mediante el sistema OTA, así como con la decisión de OverDrive de permitir a los usuarios de Kindle consultar el contenido desde los propios servidores de Amazon. Esta última, aparentemente según Hruska, infringe los contratos extranjeros con los propios editores, mientras que la primera reduce la cantidad de “fricción” asociada al préstamo de un título.

Hruska indica que, en este caso, la fricción se define como la dificultad de tomar prestado un título de la biblioteca, y es extremadamente importante tanto para los editores como para las librerías. El analista comenta también que la American Library Association (ALA) se reunió la semana pasada con miembros clave de la industria editorial y señaló en su informe sobre la reunión que "desde el punto de vista editorial, esta fricción proporciona un cierto nivel de seguridad.
Tomar prestado un libro impreso de una biblioteca implica una cantidad considerable de trabajo personal que a menudo conlleva dos viajes, uno para recoger el libro y otro para devolverlo. La disponibilidad en línea de libros electrónicos altera este cálculo y a los editores les preocupa que las descargas de libros electrónicos de la biblioteca pueda tener un efecto adverso sobre las ventas". En otras palabras, tal y como señala Hruska, se teme que el lector piense que si tomar prestado un libro es demasiado fácil, entonces ¿por qué comprarlo?
Los editores, según revela el editor, no son la única facción preocupada por el impacto de los préstamos digitales. La mayor librería de Estados Unidos, Barnes & Noble, cuenta también con un historial de imposición de restricciones que han derivado en un trato preferencial. En octubre, cuando DC Comics anunció un acuerdo exclusivo para ofrecer libros electrónicos de versiones de los cómics más populares a través de Kindle, Barnes & Noble respondió haciendo una tirada de cien novelas gráficas de DC en sus tiendas.
Hruska también informa de los rumores que apuntan a que la retirada de Penguin del mercado de libros electrónicos es debida a que Barnes & Noble ha tomado una posición similar a la que adoptó con DC y amenaza con retirar los títulos de Penguin de las estanterías de sus tiendas, si la compañía no capitula.
Para Hruska, la guerra entre Barnes & Noble y Amazon no es sólo una batalla entre métodos de distribución; ya que el avance de Amazon en el préstamo y la edición es visto como una amenaza para la industria editorial.
Joel Hruska considera que las bibliotecas y los usuarios son los que más sufren las consecuencias de estos conflictos. Según declara, los editores han presionado para que haya restricciones geográficas en el préstamo de libros electrónicos y para que se aplique la política de “una copia/un lector”. Además, justifica que un amplio número de bibliotecarios estén comprensiblemente descontentos por tener que enviar a sus usuarios a páginas web comerciales para realizar el préstamo de sus eBooks, y también su frustración por las restricciones editoriales que se han puesto en los libros electrónicos.
En opinión de Hruska, esta es una batalla por el control de la información y el proceso de publicación, y estima que existe un sentimiento generalizado en la red de que la ALA debe tener un papel más activo en la defensa de los derechos de los lectores. Para terminar, el editor lanza un mensaje esperanzador y confía en que las grandes casas editoriales encuentren formas de trabajar con las bibliotecas para evitar los errores que han cometido las industrias discográficas y del cine, ya que, según sus palabras, “nadie desea ver cómo los eBooks se convierten en el próximo gran acontecimiento en lo que concierne a piratería”.