La conejita Miffy, un clásico en la literatura infantil, se suma a la era digital y salta a las aplicaciones. Su creador de ochenta y cuatro años, el holandés Dick Bruna, cree que los más pequeños deberían empezar a adentrase en la lectura a través del formato en papel y, a partir de ahí, pasar a dispositivos como las tabletas. En su opinión, un estímulo visual durante mucho tiempo puede saturar aspectos del libro y de la historia cuando nos encontramos ante un público infantil.
Dick Bruna ha podido comprobar cómo los niños y niñas no se despegan de sus libros favoritos; en ocasiones le han dado a firmar ediciones mordidas y muy usadas, lo que le viene a demostrar el sentimiento que despierta una copia en papel: “no creo que se tenga la misma sensación después de jugar con una aplicación en un ordenador”, opina el autor.

Annemiek van Bakel, editora digital de la compañía holandesa que se ha encargado de producir esta aplicación, ha reconocido que la empresa ha pretendido crearla de modo que se ajustase al máximo al estilo de la edición en papel, por lo que no hay demasiado movimiento. No cree que esta aplicación signifique el final de Miffy en su versión en papel: “Hay momento para todos los medios. Al mediodía se puede utilizar el iPad con los más pequeños y a la hora de dormir se elige un libro. Los libros impresos no desaparecerán”.
Son muchos los editores que se preguntan cuándo y en qué medida las aplicaciones y los libros electrónicos reemplazarán a las ediciones en papel. Lo mismo les pasa a los autores. Como en el caso de Julia Donaldson, creadora del Gruffalo, que vetó una aplicación basada en su libro porque consideraba que las imágenes en movimiento y los juegos distraían a los lectores.
La bibliotecaria infantil Ferelith Hordon, que en dos ocasiones ha sido juez del prestigioso premio The Canegie Medal que se concede a escritores destacados dentro de la literatura infantil, cree que el problema aparece si se pretende reemplazar los libros por aplicaciones. En su opinión, lo verdaderamente interesante es la interacción que se establece entre los más pequeños y el adulto: “Si se utiliza una aplicación como una forma de mantener a los niños sentados en una esquina jugando solos, es ahí dónde está el problema”.
Este es el enlace para acceder al artículo original en inglés publicado por Susanna Rustin en The Guardian.