Arranca la Feria de Londres con el debate sobre un nuevo orden en el sector editorial

¿Los grupos editoriales existentes seguirán dominando el futuro de la industria editorial? o, por el contrario, ¿posibilitará la tecnología una creciente oleada de editores digitales independientes que cambiarán para siempre el panorama editorial? ¿Perecerán entonces los editores tradicionales? Estas cuestiones fueron algunas en torno a las cuales giró el segundo gran debate anual de la Feria del Libro de Londres, que se celebra del 16 al 18 de abril de 2012.

En el debate de este año, que tuvo por título The Fight for Survival [La lucha por la supervivencia], se planteó cómo los outsiders (grupos que no tienen inversiones en el sector editorial) y las nuevas empresas digitales son hoy los pesos pesados de la industria editorial y serán los que finalmente asestarán el golpe definitivo, según informa Andrew Albanese en Publishers Weekly.

El debate fue moderado por Susan Danziger, fundadora y directora ejecutiva de DailyLit, y Michael Healy, director ejecutivo del Copyright Clearance Center. Con argumentos a favor de que los nuevos editores digitales son el futuro, se sitúan las tesis de Allen Lau, director ejecutivo y fundador de la red social Wattpad, y de Bob Young, director ejecutivo y fundador del servicio de autopublicación de libros Lulu.com. Por el contrario, Evan Schnittman, futuro director de Marketing en Hachette, y Fionnuala Duggan, directora gerente de la empresa CourseSmart, sostienen que los editores tradicionales mantendrán su posición de poder.

Según revela Andrew Albanese, el público que acudió al debate pareció dispuesto a aceptar que había un nuevo orden mundial en el sector editorial, hecho bastante sorprendente para tratarse de una feria del libro. Michael Healy señaló que, en una encuesta previa al debate, ochenta y ocho personas estuvieron a favor de esta conclusión, treinta y siete en contra y ochenta y dos se mostraron indecisas respecto de esta idea.

 Para Bob Young los editores digitales son los ganadores en este nuevo orden editorial, informa Albanese. Para reforzar su afirmación, Young alude al auge de Wikipedia y la decisión de la Enciclopedia Británica de dejar de imprimir en papel, y señala que hace unas décadas no existía ni Amazon ni Google. A su parecer, se necesitan nuevas generaciones para comprender plenamente los medios, y los editores tradicionales, según él, pertenecen a la vieja escuela.

En el bando contrario, Evan Schnittman refutó esta idea afirmando que los editores tradicionales sí están adaptándose. Schnittman sostiene que las editoriales se han enfrentado a los desafíos que se han ido encontrando (Amazon, Google, etcétera), y que estos retos les han hecho más eficientes, e impulsado sus ventas y ganancias a los niveles más altos. La perturbación, declara Schnittman, "nos hace más fuertes".

Por su parte, Allen Lau sostuvo la idea de que "los nuevos jugadores siempre ganan”, y esto, afirma, no es una excepción en la industria editorial. Lau afirma que Internet ha creado nuevos pesos pesados, y que por primera vez en la historia “cualquiera puede compartir sus historias directamente con cualquier otra persona en cualquier parte del mundo”. Respecto del papel del editor como “gatekeeper”, Lau defiende que ya no es necesario y que ahora es internet quien está haciendo este trabajo.

Fionnuala Duggan se mostró en su intervención a favor del argumento de los editores, y señaló que, si bien es cierto que cualquiera puede publicar en estos días, todos los escritores que se autoeditan con éxito, en última instancia terminan por recurrir a los editores tradicionales. A su juicio, “la industria editorial ha respondido magníficamente a la “tormenta perfecta” de innovación en la que estamos”. Para ella, este es un momento glorioso para la publicación y los editores siguen aportando un importante valor añadido.

Como conclusión, Andrew Albanese revela que, en esta contienda sobre el nuevo orden editorial, hubo finalmente una vibrante remontada de los defensores de la edición tradicional. Así, según señala, en el recuento definitivo, cuarenta y uno apoyaron el planteamiento inicial del debate, ciento cuarenta y siete se opusieron y hubo trece indecisos.  


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