El editor Alejandro Katz, fundador y director de Katz Editores, reflexiona sobre la reciente iniciativa del gobierno argentino de limitar la importación de libros impresos o editados en el extranjero. Katz sostiene que el efecto inmediato de estas medidas gubernamentales, que restringen la comercialización de las publicaciones extranjeras, derivará en el empobrecimiento de la oferta editorial del país. Asimismo, el autor advierte del peligro que entraña la restricción de la libre circulación de libros, un hecho, afirma, que además de arriesgado supone un triste acontecimiento.
Alejandro Katz da cuenta de ello en un artículo de la revista Letras Libres, en el que comenta las diversas restricciones administrativas impuestas por el gobierno de Argentina que desde septiembre de 2011 dificultan el ingreso en el país de libros impresos en el exterior. Katz sostiene que hay dos razones evidentes que explican esta conducta gubernamental. Por un lado, señala los desequilibrios de la balanza comercial argentina que, afirma, llevaron al gobierno a un creciente control del comercio exterior desde finales de 2011. Y por otra parte, alude a la presión de un importante grupo de industriales gráficos que desde el año 2010 realizaban gestiones para limitar la importación de libros impresos fuera del país. Katz considera que ambas razones comparten causas comunes, aunque considera como una de las principales razones la creciente pérdida de competitividad de una economía argentina con altos índices de inflación.

El editor señala que en el caso del sector editorial, a diferencia de otros sectores económicos, además de la exigencia del gobierno argentino de equilibrar los saldos del comercio exterior, impuesta también a otros sectores económicos, se ve afectado también por el lobby de los industriales gráficos argentinos, que consiguió que se sancionara una reglamentación específica. Esta regulación, informa Katz, tiene como finalidad el control de la proporción del plomo en la tinta de los libros que se importan, una medida que sin embargo, advierte el editor, funciona como una barrera para-arancelaria destinada a dificultar el ingreso de libros al país.
Alejandro Katz señala que todas estas acciones han motivado que se dejen de importar libros o se reduzca la variedad y cantidad de las obras a las necesidades mínimas. Asimismo, el editor advierte que el efecto inmediato de esta sucesión de medidas gubernamentales es el empobrecimiento de la oferta editorial en el país.
Otro de los aspectos expuestos por Katz, intrínsecamente relacionado con la decisión gubernamental de dificultar la libre circulación de libros, es el tema del acceso a la cultura. El editor indica que Argentina produce actualmente aproximadamente el 12,5 por ciento de los títulos que se editan en idioma español, lo que significa, según Katz, que cualquier restricción impuesta al ingreso de libros impedirá al lector argentino el acceso al 87,5 por ciento de los títulos que cada año se publican en castellano, por no mencionar, señala, lo editado en otras lenguas.
A juicio de Alejandro Katz, es difícil entender las razones que fundamentan decisiones de esta índole, pues “sancionar a los lectores para proteger a determinados jugadores de la industria gráfica –en su opinión– no es ni más ni menos que una enfervorizada declaración de arcaísmo intelectual”. El editor señala que esta actitud pone de manifiesto una ideología para la cual “el ‘valor-conocimiento’ es desdeñable en relación con el ‘valor-trabajo’, entendido este puramente como la utilización de mano de obra industrial, no necesariamente de alta calificación”. Katz considera que esta ideología está más adherida a la capacidad de producir objetos materiales, que es a su juicio lo que hace la industria gráfica, que bienes simbólicos y de mayor valor añadido como los de la industria editorial.
Como conclusión, el editor indaga en las ideas que subyacen en las decisiones del gobierno argentino, y establece cuando menos dos: por un lado el “apego a lo concreto, lo físico, lo táctil, que va de la producción industrial a los hechos de masas”; y por otro, afirma “la ideología de lo local, lo propio, lo próximo, como algo preferible a lo extranjero, lo ajeno y distante”. Y como síntesis de ambas concepciones, el editor alude a las declaraciones del secretario de Cultura de Argentina, Jorge Coscia, que fundamentó las decisiones del gobierno en función de la defensa de la “soberanía cultural”. En opinión de Katz esto es un síntoma claro de exclusión, y el control de la proporción del plomo en la tinta como mecanismo para impedir la importación de libros es, a su parecer, una metáfora perfecta de ese sentimiento de exclusión que ratifica la sentencia de “lo que viene de afuera contamina”. Una actitud, sostiene el editor, que además de peligrosa, es triste.