Hay una pregunta que aparece de forma recurrente: ¿afectan negativamente las nuevas tecnologías nuestra atención y la capacidad de concentrarnos? Mathew Ingram ha publicado un artículo en GigaOm en el que presenta su opinión y el punto de vista sobre este tema de otros expertos como el emprendedor Joe Kraus, la socióloga Sherry Turkle o el escritor Nicholas Carr.
Joe Kraus, un emprendedor en serie que en estos momentos es socio de Google Ventures, realizó recientemente una presentación en la que manifestaba su preocupación en torno a este asunto. A su entender, las incesantes demandas de atención que ejercen los dispositivos móviles, los medios sociales o el correo electrónico sobre sus usuarios, son fuentes de distracción que ponen en peligro la capacidad de pensar en otra cosa que no sea la próxima llamada o en la estimulación procedente de cualquier dispositivo móvil. “Estamos creando y fomentando una cultura de la distracción, en la que paradójicamente cada vez estamos más desconectados de la gente […] y somos menos capaces de mantener nuestra concentración en un pensamiento durante un período largo de tiempo” –señala Kraus.
Kraus confiesa mantener una relación enfermiza con su teléfono y no poder dejar de revisar si hay algo nuevo, rellenando así momentos de aburrimiento o de soledad. El efecto de todo esto, según este emprendedor, es que estamos cada vez más distraídos, que somos menos capaces de prestar atención a cualquier cosa durante un período de tiempo razonable y por consiguiente esta distracción deriva en un empeoramiento de la situación. A su parecer, el concepto de multitárea es un mito y el hecho de que la gente intente hacer el mayor número de cosas de una sola vez produce una sobrecarga en la capacidad que tiene el cerebro para concentrarse.
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Otros expertos, comenta Ingram en su artículo, comparten en líneas generales esta idea. La socióloga Sherry Turkle afirma que el ser humano ha llegado a un punto en el que espera más de la tecnología y menos de la gene. El escritor Nicholas Carr denuncia en su libro The Shallow que internet y los medios sociales hacen al ser humano menos inteligente e interesante y están cambiando el cerebro de forma negativa.
Mathew Ingram está de acuerdo en que no hay que dedicarle tanto tiempo a los dispositivos móviles en detrimento de realizar otras acciones mucho más valiosas como “dar largos paseos, o pensar sobre ciertas cosas en profundidad”. Pero sin embargo, el periodista confiesa tener serias dudas sobre argumentos del tipo que internet nos hace “más tontos o menos interesantes”.
La distracción, sea del tipo que sea, puede ser tan buena como mala, asegura Ingram. Por su parte, Paul Kedrosky, creador de la colección "The Edge", aseguró que una de las cosas que le parecían más atractivas de internet y de los medios sociales es el bombardeo de datos aleatorios y de contenido al que se ve expuesto nuestro cerebro, lo que puede tener como resultado la producción de todo tipo de combinaciones de ideas “maravillosas”. Somos la primera generación, asegura Kedrosky, que cuenta con tal cantidad de información y contenido, y si esto no produce un cambio en la forma de pensar, nada lo hará.
El flujo de información aleatoria en la que se encuentra cualquier persona, tanto si se está en línea utilizando algún medio social o algún dispositivo móvil como un teléfono inteligente, puede ser tanto una fuente de inspiración y creatividad como todo lo contrario, asegura el periodista. “Se puede soñar despierto y pensar en grandes cosas y esto no ocurre sólo dándose una ducha o pegándose un paseo” –agrega.
Pero Mathew Ingram no descarta la necesidad de una moderación cuando se habla del uso de los teléfonos móviles, internet o los medios sociales. Uno de los dispositivos que mayores críticas ha despertado por parte de estudiosos y teólogos a lo largo de la historia, y que parece no ha funcionado tan mal, es el libro, recuerda Ingram. En el momento en el que nos demos cuenta de eso, asegura el periodista, se podrá encontrar la manera de manejar los teléfonos móviles y las actualizaciones de estado.