Cuatro cárceles brasileñas han puesto en marcha un plan que permite que presos que reúnan los requisitos necesarios, puedan reducir su condena hasta en cuarenta y ochos días al año si leen un máximo de un libro al mes y realizan un ensayo sobre lo que han leído. La periodista Ellie Robins analiza esta iniciativa en un artículo publicado en Melville House.
Algo parecido, recuerda esta periodista, ya ocurrió a mediados de mayo en Bay Area, una región que rodea las bahías de San Franciso y San Pablo, en los EE.UU. Un juez de la zona dictaminó que un joven de veintitrés años, que fue detenido por intentar vender un lanza granadas a un agente federal encubierto, podría estar en libertad mientras esperaba al juicio, a condición de leer por lo menos una hora al día y escribir informes sobre lo leído durante por lo menos media hora diaria.
.jpg)
A propósito de este caso, el diario NY Daily News publicó un artículo, con ciertos tintes sarcásticos, que en opinión de esta periodista estaba fuera de lugar. Dicho artículo, alababa por un lado las buenas intenciones de lo que el diario describió como “tendencias progresistas”, pero planteaba serias dudas sobre la utilidad de este tipo de iniciativas. “¿Se producirá un refuerzo en el aprendizaje de estos presos tras escribir las reseñas de estos libros? ¿Se formará un club de lectores entre todos los “habitantes de las celdas"? ¿Presentarán algún proyecto “fin de condena”?" –fueron algunos de los interrogantes que se le arrojaron al caso.
Para esta periodista está claro que lo que se pretende con una iniciativa de estas características es que los presos mejoren sus habilidades de escritura. Está demostrado, continúa Robins, que las tasas de rehabilitación de los delincuentes son muy bajas, por lo que es más que recomendable este intento por mejorar la alfabetización y estimular la reflexión, ya que este tipo de actitudes estimulan la empatía y ofrece uno de esos pasatiempos que te acompañan para toda la vida.