Las nuevas formas de comunicación académica están cambiando el papel de las bibliotecas, especialmente en lo que respecta al ámbito de las bibliotecas de investigación. Rick Anderson, director interino de la biblioteca J. Willard Marriott de la Universidad de Utah, establece algunas de las cuestiones que este nuevo panorama obliga a redefinir en el blog The Scholarly Kitchen.
Anderson sostiene que algunas de las preguntas que una vez tuvieron respuestas obvias y ampliamente aceptadas, son hoy mucho más difíciles de responder. Entre estas, el autor incluye las siguientes:
- ¿Qué es un libro? Según proclama Anderson, así como el formato de libro electrónico incrementa considerablemente la flexibilidad y capacidad del libro tradicional, también diluye en gran medida las fronteras que separan el libro de otras formas de publicación. Asimismo, el autor sostiene que la diferencia entre un libro electrónico y un sitio web o una base de datos podría constituir una mera distinción de nomenclatura. Por otra parte, afirma Anderson, un libro que existe en línea puede ser objeto de revisión continua, y puede ser publicado en formato impreso y en versión en línea ampliada. En este caso, la cuestión que plantea el autor es la de cuál debe considerarse el ‘verdadero’ libro.

- ¿Cuál es el significado de 'publicación'? Anderson afirma que, sin duda, una monografía académica o el artículo de una revista especializada constituyen una publicación. Pero, ¿qué ocurre en el caso de un blog o de un libro en blanco distribuido libremente al público bajo los auspicios de una organización intelectual? –pregunta el autor. Por otra parte, en el caso de un artículo científico publicado en línea en un foro que permita los comentarios públicos, Anderson plantea si serían parte de la publicación los comentarios posteriores y las respuestas del autor, y en el caso de considerar que no lo fueran, cuáles serían las razones que justificarían dicha exclusión.
- Al hablar de "propiedad", ¿qué significa 'poseer' un documento? Según declara Anderson, en la era de la información impresa la ilusión de la propiedad del contenido fue promovida por la ‘reclusión’ de este en objetos físicos: la única manera de establecer un acceso permanente a un libro era poseer el objeto físico en el cual estaba codificado. El autor sostiene que el contenido del libro no era verdaderamente ‘propiedad’ de la biblioteca (ya que esta recaía en el titular de los derechos de autor), pero la biblioteca era realmente la dueña del objeto físico y podía utilizarlos para crear una colección permanente física y funcional. Por el contrario, asegura Anderson, en la era del libro electrónico ‘poseer’ un libro electrónico a menudo implica la compra de un derecho de acceso más o menos permanente a contenidos alojados en otro lugar. Así, asegura el autor, mientras que en el pasado la transacción entre librería y biblioteca terminaba cuando el libro era pagado y entregado físicamente, hoy la compra de un libro a menudo marca el inicio de una relación continua, cuyos términos están definidos en el contrato. Esta nueva realidad, proclama el autor, complica el entorno comercial, y de una forma menos obvia, cuestiona la comprensión fundamental de la naturaleza de la colección de la biblioteca, lo que obliga a poner la palabra ‘colección’ entre comillas.
- ¿Qué es un editor? Para Anderson, el papel del editor en la era impresa estaba en general bastante claro. Su trabajo consistía en elegir las mejores ofertas de los autores, asumir el riesgo financiero sufragando los gastos de preparación, impresión y distribución, y después compartir con el autor los ingresos por la venta de copias físicas. Sin editores para desempeñar este papel, afirma, muy pocos autores habrían tenido alguna esperanza de ver su obra distribuida ampliamente al público. Pero según afirma Anderson, hoy ya no es el caso, y vuelve ambigua la definición misma de ‘publicación’. Si se escribe una novela y se vuelca en una página web para que pueda ser leída por todo el mundo, ¿significa que ha sido publicada?, pregunta el autor. Asimismo, este bibliotecario cuestiona qué ocurre si se cobra por el acceso a la obra o si se escribe un artículo científico y se publica en un repositorio académico, pero sin someterlo a ninguna revisión o control editorial.
- ¿Quién debe asumir los costes de la investigación académica y de la actividad editorial posterior? Según señala Anderson, aunque esta no es una cuestión nueva, sí es un aspecto fundamental ahora que la mediación bibliotecaria resulta menos necesaria y los costes de distribución se pueden reducir considerablemente. Asimismo, afirma que actualmente hay una creciente promoción del libre acceso a los productos académicos de la investigación financiada con fondos públicos.
- ¿Cuál es la unidad de venta apropiada para los productos académicos? Anderson alega que en el entorno impreso tenía sentido vender los artículos científicos en paquetes por suscripción. Sin embargo, en su opinión, este enfoque no tiene sentido en un entorno digital, excepto en aquellos casos en los que esto ofrezca a los editores un flujo de ingresos razonablemente previsible. A su juicio, en un entorno digital los lectores son mucho más libres para utilizar los libros en la forma que mejor les parezca, y cada vez más se resisten a las restricciones impuestas por los autores, editores o bibliotecarios, que creen saber mejor que nadie cómo debe ser utilizado un libro.
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