Un artículo publicado en The Digital Shift resume todas las ponencias que tuvieron lugar durante la conferencia virtual que organiza este medio y en las que se reunieron bibliotecarios y expertos para analizar distintos aspectos que giran en torno a los libros electrónicos: formas en las que se descubren estos libros, el desarrollo de la colección en la era de los eBooks, el aumento de los libros de texto digitales y el acceso abierto.
Stephanie Anderson, encargada del asesoramiento de los lectores en la Biblioteca Pública de Darien, replanteó la pregunta sobre la manera en que los usuarios llegan hoy a los títulos de los eBooks para centrarse en lo que es para ella el quid de la cuestión: cómo “descubren” que su biblioteca tiene libros electrónicos y cómo los pueden tomar prestados. Muchos usuarios se acercan a los títulos a través del catálogo on-line desde su casa, una forma esta que carece del asesoramiento y la recomendación que se le daría al usuario en persona si acudiera a la biblioteca.

A esto, Toby Greenwalt, coordinador de servicios virtuales en la Biblioteca Pública de Skokie, añade que las bibliotecas deben contar con programas que ayuden a los usuarios a manejar los dispositivos y con guías de recomendación realizadas por el personal del centro o encuestas realizadas entre los lectores; asesorar y ayudar al usuario, estima este bibliotecario, resulta aún más complicado cuando una biblioteca se encuentra ante los libros electrónicos y debe filtrar sus sugerencias dependiendo de la disponibilidad en los distintos formatos. Esto lleva a otro frente, el relacionado con el desarrollo de la colección. Así, Noel Rutherford, encargada de colecciones y adquisiciones de la Biblioteca Pública de Nashville, cree que lo importante es crear una biblioteca de eBooks con rapidez, para ganar el interés de los usuarios a la par que estos aprenden cuestiones relacionadas con el formato.
Heather Pisani-Kristl, encargada de catalogación y desarrollo de las colecciones en la red de bibliotecas de San Diego (SDCL) comentó que los modelos de préstamo en los que se precisan suscripciones o en los que existe un límite de tiempo, es posible que funcionen bien con aquellos libros electrónicos que giran en torno a temas como los viajes o la tecnología. Pero, añadió, estos modelos pueden hacer creer a los editores que las bibliotecas están satisfechas con ellos y que no necesitan contenido del que denomina “a largo plazo”: “No entiendo por qué no podemos tener lo que teníamos con los libros impresos. Lo compras, lo posees y lo prestas sin más” -concluyó Pisani-Kristl.
Por su parte, Laura Irmscher, responsable de estrategia de colecciones en la Biblioteca Pública de Boston, confesó que prefería el modelo de HarperCollins, con un límite de veintiséis préstamos, al de Random House, el cual supone un incremento en el precio cuando los libros van destinados a las bibliotecas. “Si seiscientas personas están esperando por un libro -dice-, quiero que sean más baratos…no necesito cien copias para siempre, con cinco tendría suficiente”. Por otro lado, criticó los términos que acaba de aplicar la editorial Penguin a su modelo piloto, el cual permite que las bibliotecas compren los libros electrónicos seis meses después de su publicación, algo que impide que las bibliotecas se beneficien de cualquier rumor positivo que surja a partir de un libro o de cualquier campaña que lance la editorial.
El último gran frente abordado en este foro de debate fue el relacionado con los libros de texto electrónicos. Este aspecto se enmarcó en la conferencia que bajo el título "Creating a Walled Garden" [Crear un Jardín Amurallado] moderó Sue Polanka, directora del departamento de Referencia de las bibliotecas de la Universidad de Wright.
Todos los participantes analizaron los tres escenarios posibles para la adopción de los libros de texto digitales: uno en el que la universidad adopta un determinado texto electrónico publicado por una editorial tradicional y ésta negocia directamente con aquella para reducir el precio; otro en el que se impone un único dispositivo; y por último otro en el que el software de gestión en curso se utiliza para gestionar los textos provenientes de distintas fuentes.
También examinaron los pros y contras de los textos digitales y la forma de manejarlos, si bien esta labor debería desempeñarla la empresa informática, la librería de la universidad o la biblioteca. La opción más aceptada fue la de la biblioteca, ya que de esta manera se podrían incluir los datos de las reservas electrónicas y otros recursos. En este caso, la biblioteca podría extraer los datos de cómo los estudiantes acceden y utilizan los textos y demostrar su valor.