Campaña para conseguir legalizar la reventa de contenidos digitales

Las leyes de préstamo y venta, tal y como están configuradas en la actualidad, todavía no son del todo compatibles con lo digital, en opinión de Bill Rosenblatt, presidente de GiantSteps, en contraste con lo sencillo y habitual que resulta tomar prestado un libro de una biblioteca, alquilar un DVD o vender CDs de segunda mano. Todo esto cambia cuando se quiere hacer lo mismo con contenidos en formato digital, tema que desarrolla el direcctivo en un artículo publicado en PaidContent.

Cuando alguien comprar una canción, un libro electrónico, una película digital o cualquier otro contenido que se puede descargar, en realidad no lo está comprando, sino que está adquiriendo una licencia para su uso y disfrute. Algo muy similar a lo que ocurre con la adquisición de software. Las licencias de contenido digital dan a los usuarios el derecho a reproducir o leer el contenido, pero la duda surge cuando se quiere vender, regalar o prestar dicho contenido.

En los Estados Unidos se permite vender, dar o prestar soportes físicos según un concepto denominado First Sale Doctrine [Doctrina de la primera venta]. Según esta ley, el editor no ejerce ningún control sobre lo que cada persona quiera hacer con los productos que ha adquirido. Es a esta ley a la que se acogen, explica Rosenblatt en su artículo, las tiendas de libros de segunda mano, de alquiler de vídeos o las bibliotecas.

El problema es que la First Sale Doctrine no se aplica a los archivos digitales. Muy pocos editores o minoristas permiten que sus compradores puedan transferir sus archivos a otra persona. La solución podrá residir en un mecanismo que de forma automática borrase todo el contenido -incluidas las copias de seguridad o las almacenadas en “la nube"-, una vez éste se haya vendido, prestado o compartido. La Oficina de Derechos de Autor en los Estados Unidos publicó un informe en agosto de 2001 en el que se describía este “mecanismo de borrado”, pero también se aludía a la dificultad de exigirlo por ley, ya que supondría confiar en que todo el mundo decidiese eliminar sus copias. Por tanto esta posibildad se mantiene por el momento en statu quo.

La cuestión, comenta Rosenblatt, es que en estos momentos muchos archivos de música y algunos libros electrónicos carecen de DRM, por lo que una persona puede vender este tipo de archivos a cualquier otra y que esta última los reproduzca o los lea. Ahora bien, continúa, si se analizan con detenimiento los acuerdos de concesión de licencias bajo los que esa primera persona compró el contenido, es muy posible que este tipo de actividad de hecho esté prohibida.

Ante esta situación surgen dos campos de batalla, según este especialista; por un lado, aquel en el que se enfrentan las discográficas y los minoristas contra la empresa ReDigi y por otro el litigio en el que se ven las caras las bibliotecas y los editores.

En cuanto al primero, cabe recordar que ReDigi es una empresa de reciente creación que está probando esta ley y que ofrece un servicio que permite a la gente revender archivos de música digital “usados”. Su software incluye la función de borrado que contempla la Oficina de Derechos de Autor. Sólo trabaja con música que se haya comprado desde iTunes y Amazon.

  

Como era de esperar, continúa Rosenblatt, la mayoría de las discográficas ha demandado a la empresa. Ésta ofrece copias perfectas y los minoristas no quieren que la situación les obligue a bajar los precios. Los editores, por su parte, tampoco quieren perder los beneficios que generan los mercados secundarios.

Por lo que respecta al segundo frente, las bibliotecas pueden prestar libros electrónicos que contengan DRM. Así se da la paradoja, explica Rosenblatt, de que la First Sale Doctrine permita que las bibliotecas puedan adquirir cualquier título en formato papel y lo puedan prestar, mientras que los editores deciden a qué títulos digitales otorgan una licencia de préstamo y bajo qué condiciones.

Uno de los problemas es que las políticas de préstamo de eBooks difieren según la editorial: Macmillan y Simon & Schuster no permiten el préstamo de sus eBooks, y HarperCollins puso un límite de veintiséis préstamos a cada título. A esto hay que añadir que las bibliotecas se enfrentan en estos momentos a la competencia del sector privado con servicios como el que ofrece Amazon (KOLL), según el cual los miembros de Amazon Prime pueden prestar un eBook cada vez y de forma gratuita.

Para romper este estancamiento, las bibliotecas están presionando por los derechos de la Digital First Sale y se han adherido recientemente, bajo el eslogan “Lo compras, es tuyo”, a otras entidades en un grupo de presión llamado Owners Rights Initiative [Iniciativa por los derechos de los propietarios] (ORI). Este grupo, que empezó su andadura hace tan sólo unos meses, es una coalición de asociaciones bibliotecarias, las compañías Chegg y Redbox, otras empresas de venta de equipos informáticos, y por último y no menos importante, eBay.

 


 


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