Andy Richardson, director ejecutivo de Influential Software, ha publicado un artículo en EContent, en el que anima a los editores a aceptar el valor y la importancia que tienen los big data, si no quieren quedarse fuera del mercado. En su opinión, se trata de una decisión clave y decisiva dentro de la industria editorial.
El método anterior, cuando se manejaban materiales tangibles como los libros en formato papel, sólo ofrecía cifras relacionadas con las ventas de un determinado libro y su acogida a partir de las reseñas que iban apareciendo. La llegada de los libros electrónicos y los eReaders han transformado a los amantes de los libros en un grupo demográfico que se puede medir con facilidad, comenta Richardson. Se puede saber cuántas veces se abre un libro, cuántas páginas se leen de una sola vez, el tiempo qué ha invertido el lector en acabar de leerlo, o lo que éste ha leído antes y después. Si los editores trabajan con estos datos, por muy arduo que sea, señala, podrán hacerse una idea del compromiso que el consumidor ha tenido con su producto.

Desde un punto de vista económico, la utilización de los big data es un imperativo comercial, asegura Richardson, aunque sólo sea para seguir el ritmo de la competencia. “Apple, Amazon y Google están -añade- trabajando y explotando un gran volumen de big data, y los editores tendrán que hacer lo mismo para mantener su nivel de conocimiento de los consumidores”. Ahora bien, añade, también deberán garantizar las leyes de protección de derechos de autor, ya que sin un compromiso activo de seguridad, los editores estarán poniendo en riesgo sus relaciones con los inversores y los consumidores.
Aunque los big data puedan parecer en un momento dado algo desconcertante desde un punto de vista tecnológico, abren toda una posibilidad de pensamiento creativo, asegura Richardson. Cuando se sabe cuáles han sido los puntos débiles de un determinado libro, los editores pueden trabajar a fondo para crear algo mejor, un contenido más satisfactorio. Incluso pueden obtener datos cuando sacan la edición digital, antes de lanzar la impresa, a partir de comentarios que hacen los lectores.
Parece que los editores no están aún por la labor de los big data o no saben muy bien como utilizarlos de una manera eficiente, según pudo comprobar Publishers Weekly recientemente. Algunos, asegura Richardson, temen que la utilización de estos datos obstruya la creatividad a la hora de asumir riesgos que hace que la literatura sea realmente grande. Pero en su opinión, un mayor conocimiento implica una mayor libertad de elección tanto para el autor, como para el editor o el lector. Conocer al lector, sus hábitos y manías, concluye, es una oportunidad que los editores no pueden dejar escapar.