El PEN World Voices es un festival internacional de literatura que organiza anualmente en Nueva York el PEN American Center, institución que desde 1922 se dedica a fomentar la literatura y a promulgar su valor como vía de libre expresión, y que cuenta entre sus afiliados con más de tres mil escritores, editores y traductores. El programa de 2013 incluye una singular pieza de “autoteatro” en la que se conjugan silencios, ruidos, imágenes, pensamientos y sensaciones diversas alrededor de una experiencia de lectura.
Lo cuenta Jennifer Schuessler en las páginas de cultura del New York Times. Los artistas británicos Ant Hampton y Tim Etchells son los autores de "The Quiet Volume", una performance que protagonizan tres pares de lectores situados en una sala de lectura de la biblioteca de la Universidad de Nueva York, abarrotada de estudiantes que en esos días preparan sus exámenes finales.

Las parejas están sentadas en mesas sobre las que hay un montón de libros “sospechosamente literarios” –en palabras de la articulista–, equipadas con auriculares a través de los que una voz susurrante les habla. Instrucciones y mensajes de tipo: "Para ser un lugar dedicado al silencio, enseguida te das cuenta de que no es así en absoluto, y pasado un rato comienzas a pensar que parece más un lugar dedicado a la recolectar sonidos", mezcladas con pasajes que encuentran en las páginas de los libros, les hacen reflexionar sobre el espacio, el ambiente y el propio acto de lectura que están realizando.
Los usuarios habituales de la biblioteca –dice Schuessler– parecen no percatarse del extraño comportamiento de estos lectores, que vuelven sus libros al revés, pasan al unísono las hojas de dos libros idénticos o miran fijamente la página en blanco de un cuaderno de espiral.
Son elementos de un guión no aprendido que se desarrolla sobre la marcha, en el que el ruido brusco de unos libros que se cierran de golpe cerca de los actores-lectores, y que es difícil determinar si proviene de los auriculares o del espacio real, hace temer la reprimenda de un bibliotecario que reclame silencio. La imagen sugerida de la biblioteca como un gran almacén de cajones etiquetados con todas las palabras encontradas y recortadas de los libros de la sala es otra de las ‘derivaciones mentales’ a las que conduce la susurrante voz.
"Todo esto te hace pensar sobre la naturaleza de la experiencia sensorial que tienes mientras lees, la conexión entre la voz en tu cabeza y las palabras escritas en la página", dijo Jessica Harris, una estudiante de posgrado al terminar la experiencia.
Una de las intenciones de este tipo de obras “auto-enriquecidas”, según explican sus creadores, es “borrar la distinción entre la presencia y la ausencia, dentro y fuera, realidad e imaginación, arte y el mundo real".