La industria editorial no es compleja si se la compara con otras como las farmaceútica, la aeroespacial, las telecomunicaciones o las tecnológicas, por ejemplo, que sí lo son. Con este argumento comienza a desarrollar Thad McIlroy, especialista en edición electrónica, su
teoría sobre cómo las
editoriales están situándose al mismo nivel de
complejidad que otras industrias en el entorno de la
tecnología móvil.
Hay dos aspectos en la cadena editorial que requieren talento: la edición, que es mucho más que una destreza, y el diseño, opina McIlroy. El diseño de cubiertas requiere un verdadero talento que no se aprende, simplemente, se tiene o no se tiene. Por otra parte, la producción de las páginas no require una habilidad especial, pero hay que cuidarla, explica McIlroy.
Los directivos de una editorial son los «pastores» que supervisan todo el proceso, expone McIlroy. «Si su trabajo no es realmente complicado, deben centrarse en lo que de verdad importa y dejar de demonizar procesos que no son tan duros, como la producción de libros electrónicos, el marketing o la distribución», advierte.
Sin embargo, lo que es complicado es comenzar a enfocarse a las audiencias «móviles», a quienes utilizan smartphones, tabletas y otros dispositivos móviles. En este sentido –opina McIlroy–, la edición está en igualdad de condiciones con otras industrias. Las farmaceúticas, por ejemplo, se encuentran ante el mismo reto que las editoriales: vender sus productos a quienes utilizan un dispositivo móvil, afirma McIlroy.
Una empresa que entiende a la audiencia móvil es Apple: justo antes de poner a la venta su nuevo smartwatch [reloj inteligente], quienes tienen un iPhone ya han visto aparecer en él una nueva app para sincronizar su reloj.