En un mundo que discurre a toda velocidad, las bibliotecas pueden y deben ser unos espacios en los que las personas puedan encontrar la paz y la tranquilidad necesarias para continuar con el día a día.
Pauline Dewan desarrolla en un artículo publicado en Library Journal el concepto de Slow movement, es decir trasladar la filosofía de hacer las cosas despacio y sin prisa al ámbito de las bibliotecas.
En 1980 comenzó esta opción de vida ante el ritmo vertiginoso que marcaba la rutina diaria. En un principio fue el Slow food, que abogaba por alternativas más saludables a la comida rápida y se invitaba a preparar y apreciar una buena comida. A partir de ahí, este concepto se llevó a los viajes, a la crianza de los niños, al concepto de ciudad y a un largo etcétera.
En multitud de ocasiones los usuarios de la biblioteca se ven presionados por ese ritmo rápido en el que las nuevas tecnologías les llevan a realizar múltiples tareas, fragmentar su atención y sobrecargar sus cerebros –indica Dewan.
Existen espacios en los que se garantiza la ausencia de estrés y a los que la gente acude cuando se ve sobrecargada por el exceso de trabajo. Las bibliotecas son uno de esos pocos lugares en los que la gente puede relajarse e incluso rejuvenecer –asegura Dewan. Dan la bienvenida a cualquiera que quiera visitarlas y ofrecen la opción de quedarse todo el tiempo que quiera. Los usuarios pueden navegar si así lo que desean, leer de forma relajada y reflexionar.
John Miedema y Meagan Lacy han escrito sobre el concepto de lectura comparándolo con la jardinería o incluso tejer y han destacado los beneficios de la lectura pausada como un momento de relajación, de pensamiento profundo y de disfrute. Las bibliotecas por lo tanto –añade Dewan– pueden promover estas actividades lentas y proporcionar los libros, los recursos y el espacio necesarios.
Aunque las bibliotecas son centros activos y de compromiso creativo, intelectual y social, algunas personas necesitan un espacio tranquilo en el que trabajar y eso es algo que la biblioteca les debe garantizar. Son precisas áreas separadas en las que se ofrezcan actividades tranquilas y de colaboración, además de proporcionar un espacio para aquellos que necesiten realizar una tarea específica que implique cierta concentración.
También –subraya Dewan pueden mejorarse los servicios de bibliotecarios para que promuevan una vida más tranquila, es decir, proporcionar asistencia para reducir los niveles de estrés de los usuarios, ayudarles a encontrar aquello que quieren, centrarse en sus necesidades y hacer una cosa cada vez. En definitiva –destaca– la biblioteca puede modelar esa forma de vida lenta. Reconocer que no se puede hacer todo, es el primer paso que hay que dar. En un mundo que va a toda velocidad, las bibliotecas pueden ser ese oasis de tranquilidad.