Mike Shatzkin: sobre la similar revolución del libro electrónico y el libro de bolsillo
La amplia repercusión de un artículo publicado en su blog por Mike Shatzkin, líder del pensamiento sobre el cambio digital en la industria editorial, invita a la reflexión acerca de la similitud de la revolución que está provocando el libro electrónico con la que produjo hacia 1935 el libro de bolsillo "inventado" por Sir Allen Lane para Penguin Books. El artículo, traducido al español por José Antonio de la Riva y reproducido muy oportunamente en la web de Anatomía de la edición, también ha sido comentado en su blog por Anna Grau, la corresponsal del diario ABC en Nueva York bajo el título "La lectura electrónica no es (necesariamente) para idiotas".
La amplia repercusión de un artículo publicado en su blog por Mike Shatzkin, líder del pensamiento sobre el cambio digital en la industria editorial, invita a la reflexión acerca de la similitud de la revolución que está provocando el libro electrónico con la que produjo hacia 1935 el libro de bolsillo "inventado" por Sir Allen Lane para Penguin Books.
Shatzkin, el 13 de marzo de 2011 escribió un extenso artículo titulado "
Ebooks are making me recall the history of mass-market publishing" en el que destaca los elementos comunes que encuentra entre la revolución que está provocando el libro electrónico y lo que supuso la irrupción del libro de bolsillo en el mercado de masas.
Ligado al mundo del libro desde los dieciséis años, Shatzkin lleva trabajando más de cincuenta en todos los sectores de la industria editorial y ahora es director general de Ideal Logical Company, una consultora especializada en el campo del libro y la edición en todas sus vertientes.
Básicamente, la tesis de Shatzkin se asienta en que poco después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se amplía el mercado de masas y por tanto la publicación de libros para esos nuevos consumidores, los libros de bolsillo se vendían en torno a los 25 céntimos cuando los de tapa dura costaban entre 2 y 3 dólares. "Esta proporción de 8 a 1 o de 12 a 1 no tiene punto de comparación con la que existe hoy", advierte Shatzkin.
Tras recordar la ventaja que supuso para los libros de bolsillo un nuevo circuito de distribución que los colocó en kioscos, pequeñas tiendas o drugstores frente a la escasez de librerías tradicionales (quizá más de cien mil frente a un par de miles como mucho), Shatzkin subraya que la mayor disponibilidad de esos títulos en combinación con sus precios mucho menores "creó legiones de nuevos lectores".
Por supuesto aquellos libros solían encajar en géneros en principio despreciados por los lectores "cultos": westerns, novela negra, ciencia ficción. "Si esto les suena conocido a los observadores de la transición al libro electrónico que no conocían la historia del libro de bolsillo, esa era exactamente mi intención" –sentencia Shatzkin.
"Los editores de libros de tapa dura se sentían muy superiores a los editores de libros de bolsillo" –recuerda Shatzkin– aunque luego los vendedores de los libros masivos fueran capaces de crear beneficios adicionales de libros inicialmente publicados en tapa dura gracias a los precios menores y la mejor distribución. Los cambios se precipitan: suben los derechos para la publicación en bolsillo en beneficio de los editores en tapa dura y esa bonanza llega hasta los años setenta. Como consecuencia hay un trasvase de autores para un público lector hasta entonces consumidor de libros de bolsillo económicos –que también accedía a los clásicos de dominio público– y que estaban disponibles mayormente en kioscos y drugstores (tiendas de conveniencia)".
Shatzkin menciona que mientras la elegante Brentanos's Bookstore, en la Quinta Avenida y la 47, inauguraba la venta de libros de bolsillo en el sótano del establecimiento, donde él empezó a trabajar a los 15 años, La Scribners Bookstore, en la acera de enfrente, "no se dignó a ofrecer libros de bolsillo todavía durante algunos años".
También su padre, Leonard Shatzkin, creador de la colección Dolphin Books, para Doubleday, apostó por los libros de bolsillo de calidad incluso en contra de la opinión del jefe comercial de la editorial.
Shatzkin asegura que, tras los cambios ocurridos en los años setenta, cuando editores como Bantam comienzan a publicar libros en tapa dura con distribución masiva, "estos patrones se están repitiendo ahora con los libros electrónicos, económicos y ampliamente disponibles. Están apareciendo muchos nuevos autores. La literatura de ficción es la que mejor funciona. Los libros que fueron exitosos anteriormente en formatos más caros ahora pueden encontrar nuevos lectores, puesto que los precios bajan y ahora están presentes donde los consumidores los están comprando".
Sin embargo, apunta que existen diferencias entre la transición del libro de tapa dura a la edición de bolsillo y del papel al libro electrónico y entre ellas destaca que "la publicación de libros electrónicos tiene que lidiar con un exceso de títulos", igual que ocurrió en mercado de masas, pero "los restos no son los mismos cuando no se tiene que fabricar y distribuir libros impresos y el distribuidor no está limitado por el espacio de los almacenes, las estanterías o los escaparates".
"Además –apunta Shatzkin– en tiempos del mercado de masas, los autores no tenían oportunidad de no depender de una editorial. Con todo –advierte– hay una elección muy básica que creo que será mejor que los editores aprendan de esta historia".
Para rematar su reflexión, Shatzkin opina que "unas ediciones mucho menos costosas, en combinación con el acceso a un público lector para autores que no podían pasar de la puerta de las editoriales consolidadas, podrían crear millones de nuevos lectores que no eran accesibles para los productores tradicionales a precios tradicionales".
"Y eso –dice finalmente– podría generar un poder económico que termine devorando grandes porciones del sistema editorial tradicional".
La perspectiva que maneja la Fundación Germán Sánchez Ruipérez respecto de este proceso de cambio difiere del enfoque que enfrenta y sustituye lo impreso con lo digital. Desde el trabajo de nuestros Centros hemos ido construyendo durante casi treinta años una empatía con el lector, que coloca en el nivel máximo de la jerarquía a la persona que lleva a cabo la actividad lectora.
Con este punto de partida, la Fundación percibe la aparición de lo digital en el mundo del libro como una ampliación de posibilidades de lectura, como una extensión del universo de lectores y una diversificación y enriquecimiento de las prácticas de lectura que se seguirán realizando sobre varios soportes y no como una sustitución de ellas. El lector es quien eligirá el soporte más adecuado para cada lectura.
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