Bibliotecas Públicas ¿son una necesidad o un servicio prescindible?
Debate abierto sobre la función y el sentido que tienen la bibliotecas, con el telón de fondo de los recortes presupuestarios que afectan a los servicios públicos.
La semana pasada, Christopher Caldwell, periodista estadounidense y columnista habitual en el Financial Times, trató el tema en un artículo publicado en ese periódico, titulado It is the fate of libraries to die (¿Es el destino final de las bibliotecas morir?).
En él, Caldwell hace referencia a otros artículos relacionados con el asunto, entre los que destaca el que, bajo el título Public Libraries: necessities or amenities (Bibliotecas Públicas: necesidades o comodidades), publicó hace bastantes meses Eleanor Jo Rodger en American Libraries.
Esta bibliotecaria, que fue Directora General de la prestigiosa asociación estadounidense de bibliotecas públicas (ALA), opina que al reducirse los presupuestos públicos es inevitable que los destinados a las bibliotecas públicas se vean mermados. Según ella, las labores que desempeñan las bibliotecas públicas deben entenderse como servicios de especial valor y, al mismo tiempo, contemplarse como necesidades importantes que tiene el colectivo ciudadano. En este sentido, garantizar la equidad en el acceso a la información para aquellos miembros de la comunidad que pertenecen a clases medias o bajas se definiría como una necesidad, si bien la mayoría de la oferta bibliotecaria podría englobarse dentro de la categoría de servicios.
En lo referente a las manifestaciones de apoyo que deberían recibir las BP, Rodger sostiene que los usuarios habituales, por un lado, deben movilizarse revindicando su misión comoproveedoras de servicios a la comunidad, mientras que aquellos que simplemente creen en su papel transformador deben manifestarse enfatizando su carácter de instituciones necesarias, que pueden servir, entre otras muchas cosas, para ayudar a realizar las tareas escolares o para suministrar información a empresarios locales que la precisen.
La opinión de Christopher Caldwell al respecto es que, para que los movimientos de apoyo resulten más efectivos desde el punto de vista de la respuesta a obtener en las políticas de actuación públicas, probablemente será más eficaz defender el sentido de funcionalidad que el carácter de necesidad. En cualquier caso, en la línea de lo que apunta Eleanor Jo Rodger, todo queda sujeto a las circunstancias, la sensibilidad y motivaciones concretas de aquellos a los que corresponde tomar las decisiones sobre la financiación de las bibliotecas.
A raíz de los recortes presupuestarios que de manera generalizada sufren los fondos destinados a los servicios públicos, numerosas voces se han unido en apoyo y defensa de las bibliotecas públicas. Ello ha abierto un debate en el que se discute si éstas son necesarias para toda la comunidad, al igual que lo es, por ejemplo, la sanidad, o si por el contrario constituyen simplemente una serie de servicios y comodidades no imprescindibles que las administraciones locales están obligadas a sufragar.
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