La periodista especializada en tecnología y defensora de la ed-tech (educación y tecnología), Audrey Watters, ha publicado una noticia en su blog Hack Education en la que da su opinión sobre la aparición de iBooks Author, la nueva herramienta de Apple y lo que esto puede suponer no sólo para la industria editorial de libros de texto, sino también para la educación en general.
Cuando el gigante de la manzana hizo la presentación de su nuevo producto anunció un cambio total, algo que en opinión de esta periodista no puede ser posible cuando la novedad presentada está relacionada con los libros de texto y sus principales socios son tres empresas que controlan el noventa por ciento de este mercado.
Partiendo de una definición concisa sobre las características principales de este tipo de libros, Watters asegura que la digitalización, los vídeos, el zoom y las tarjetas de vocabulario no cambian nada. Según ella, la cuestión de fondo está en el hecho de que los libros de texto son un gran negocio.
Apple en su presentación ha defendido la idea de que los niños y las niñas adoran el iPad, que los libros de texto para sus dispositivos serán más ligeros, estarán siempre actualizados, serán interactivos, atractivos, emocionantes. Este discurso, en palabras de la periodista, es absurdo y equivocado.
En primer lugar, esta articulista señala el hecho de que muchos estudiantes, especialmente universitarios, se muestran reacios a adoptar libros de texto digitales, en gran parte debido a cuestiones económicas. Aunque a primera vista quince dólares, unos once euros aproximadamente, por un libro de texto parece un buen precio, todo cambia cuando estas cifras no se aplican a los libros de educación superior, o cuando no se asegura que estos precios vayan a mantenerse fijos.
En cuanto a la actualización continua del contenido, observa Audrey Watters, ésta parece ser la panacea de todo sistema educativo. Ahora bien, como expone esta experta en educación y tecnología, la utilización de estos textos digitales implicaría que cada alumno dispusiera de su propio iPad. En EE.UU. en la actualidad tan sólo mil escuelas disponen de un sistema 1:1. Es entonces cuando a la periodista le surge la duda de si en realidad este sistema es realmente tan revolucionario y para quién puede ser útil. A su juicio, será beneficioso para escuelas pudientes, para estudiantes que tienen sus propias tabletas en casa y unos padres que están dispuestos a desembolsar una cantidad extra para conseguir estos libros, o para los editores.
Existen otras herramientas, asegura Audrey Watters, que también permiten crear libros de texto, aunque confiesa que quizá no estén tan perfeccionadas como el iBooks Autor. Pero en el supuesto de que se elija utilizar esta herramienta de Apple, continúa la periodista, los derechos exclusivos de distribución pertenecen a la compañía. Incluso si el libro tiene un ISBN, el libro creado estará excluido de aparecer en cualquier lista de otra librería digital. En su argumentación añade que tampoco es posible ofrecer el producto de forma gratuita bajo licencia CC-SA-BY, algo que acostumbra a hacer esta columnista con sus trabajos.
Apple, afirma finalmente Audrey Watters, "se ha beneficiado en los EE.UU. de la buena fe de la comunidad educativa". Allí muchos educadores eligieron utilizar Macs cuando en el resto del mundo optaron por Windows. Lo hicieron, según comenta esta articulista, porque creían que el hardware era mejor, que el software era el más idóneo en tareas de creación y porque la compañía apostaba por la intersección de las humanidades y la tecnología. Esta intersección hoy por hoy, según Watters, es en realidad un callejón sin salida.