El editor, escritor y periodista Pierre-Louis Rozynès, cree que la expresión "Apaga el libro, que es tarde" entrará pronto en el diccionario de la vida cotidiana de los padres. Mientras, ofrece algunas respuestas a lo que considera "las banalidades" que se entregan como verdades sobre el futuro del libro, ya sea electrónico o no. ¿Los lectores impenitentes se refugian en los libros de papel? Falso. ¿Las personas mayores huyen de los libros electrónicos? Dudoso también. ¿El libro tal y como lo conocemos hoy en día va a desaparecer? En absoluto ¿Hoy leemos menos que antes? Cierto, pero no del todo.
Pierre-Louis Rozynès, conocido como el Woody Allen de las letras en Francia, se atreve así, con mordacidad, ironía y sin tapujos, a desenmascarar en forma de divino decálogo algunos lugares comunes como estos sobre la lectura digital.
En su artículo, publicado en el suplemento del fin de semana del Nouvel Economiste, el autor aborda temas que están en la conversación diaria de especialistas en el mundo de la lectura y el libro. Una de las tesis que defiente este editor es que no es cierto que los grandes lectores prefieran el papel frente a una herramienta más ligera y con capacidad para un mayor contenido, como tampoco lo es pensar que se decantan por las librerías frente a las bibliotecas, “los lectores asiduos nos recuerdan que un libro son dos cosas: un autor que escribe, y un lector que lee. Poco les importa el soporte y el canal de venta”, escribe Rozynès.
Otro tanto dice al desmentir la actitud tecnófoba que se les suele atribuir a las personas de cierta edad, que minoritariamente todavía, pero de forma significativa comienzan a adquirir los lectores electrónicos por una razón elemental: es un producto pensado para ellos, pesa poco y se puede aumentar el tipo de letra a voluntad. Esta situación demuestra que las personas mayores no están fuera de la modernidad “son tecnófilos cuando descubren las ventajas que ello entraña. […] Frente a las tecnologías de la comunicación la fractura es (frecuentemente) más social que generacional”, apunta Serge Guérin, especialista en seniors, y citado por el autor del artículo.
Pero Rozynès también plantea en su reflexión cuestiones sobre las que conviene detenerse un momento; así, frente al aserto de que se lee menos que antes, comenta: “¿Es una broma? No leemos menos, leemos más, pero leemos de forma atomizada, todo, no importa de qué se trate. No nos informamos menos, consumimos más signos, mensajes…” Pero según el autor el problema es que en muchos casos no se sabe jerarquizar la información recibida, elegir, y eliminar. “No se trata de adquirir el saber –afirma Rozynès– pero buscamos saber dónde encontrar la información”, y el libro es una herramienta más, pero no la única en este camino que hemos iniciado.
En otros puntos del decálogo plantea más interrogantes y desmonta falsas creencias y prejuicios que se observan frente al libro electrónico y que están muy extendidos:
Por último, Pierre-Louis Rozynès se pregunta a qué se parecerá un libro en un futuro, a lo que responde: “a un archivo digital […] con la posibilidad de comentar lo que se lee. […] Pasaremos de la cadena del libro (autor, editor, librero y lector) a la red del libro (textos, autores, lectores), para bien o para mal, como siempre.”