En torno al libro objeto como razón de ser de las bibliotecas
Algo curioso sucedió con la anunciada obsolescencia de las bibliotecas, ya que no sólo todavía están aquí sino que la institución ha conquistado más popularidad que nunca. Con esta idea, Mark Lamster, que escribe sobre arquitectura, diseño y artes en su blog MetropolisMag.com ha elaborado para su número de julio un artículo sobre el futuro las bibliotecas en la era digital. La anécdota que le inspira estas reflexiones está relacionada con que la Biblioteca Pública de Nueva York el año pasado, en algún momento, retiró el sistema de tubos neumáticos que había utilizado durante más de un siglo para que los usuarios solicitaran los libros.
Algo curioso sucedió con la anunciada obsolescencia de las bibliotecas, ya que no sólo todavía están aquí sino que la institución ha conquistado más popularidad que nunca. Con esta idea,
Mark Lamster, que escribe sobre arquitectura, diseño y artes en su blog
MetropolisMag.com ha elaborado para su número de julio un
artículo sobre el futuro las bibliotecas en la era digital.
La anécdota que le inspira estas reflexiones está relacionada con que la Biblioteca Pública de Nueva York el año pasado, en algún momento, retiró el sistema de tubos neumáticos que había utilizado durante más de un siglo para que los usuarios solicitaran los libros.
Aquel procedimiento, que funcionó desde la apertura de la biblioteca en 1911, había cambiado poco en todo ese tiempo y en los últimos años no suponía una espera de más de veinte minutos desde que se solicitaba el libro hasta que enviado con aire a presión en un cartucho de metal llegaba a manos del lector aunque antiguamente pudiera tardar casi cinco horas.
El hecho es considerado por Lamster como metáfora de algo mucho más importante, como es el paso de lo físico a lo digital en el mundo de las letras, lo que supone también un profundo cambio en la forma en que se consume la información así como la conformación de los espacios donde esto ocurre.
Lamster ha solicitado la opinión de distintos profesionales en torno al incierto futuro del libro y la palabra impresa.
Por ejemplo,
Jeffrey T. Schnapp, director del
metaLAB en Harvard y profesor de Lenguas románicas de posgrado en la School of Design, sostiene que muchas de las ideas básicas acerca de lo que es y debe ser una biblioteca están sobre la mesa como nunca hasta ahora desde la industrialización de la impresión.
"Hay un cambio en la esencia de su identidad, aparte del sitio donde se almacenan los documentos, en cuanto a las estructuras físicas que pueden servir como nodos que añaden valor al acto de consulta".
Es decir, como señala David Bell, profesor de Historia en Princeton, el libro objeto que durante tanto tiempo definió la biblioteca, ya no es su objetivo principal. Como los contenidos cada vez están más digitalizados, cabe preguntarse si la biblioteca incluso es el tipo de edificio viable para el futuro. "Mi conjetura –dice Bell– es que la mayoría de las bibliotecas dejarán de existir". Es consciente de que quienes aman el libro físico verán esto como uno de los grandes momentos de barbarie en la historia".
Lamster coincide en que lo tienen peor todavía las pequeñas bibliotecas escolares que fácilmente podrán ser reemplazadas por lugares electrónicos. Además, el espacio de una biblioteca puede llegar a ser difícil de justificar si el contenido de un cuarto de millón de libros cabe en un chip que se puede llevar en el bolsillo.
A su vez, Jim Neal, vicepresidente de Servicios de Información y bibliotecario en la Universidad de Columbia, sostiene que las bibliotecas siguen siendo lugares vitales a pesar de la supuesta obsolescencia aunque el material impreso no siempre sea la atracción principal.
"Cada vez más los usuarios pueden usar ese material en cualquier lugar lo que significa que vienen a la biblioteca por otras necesidades" –añade– y señala como ejemplo que acuden a estudiar, a trabajar en grupo, a utilizar tecnología que no se puede transportar o para hacer consultas a expertos, o a los bibliotecarios.
La presión para dar cabida "a otras necesidades" es especialmente fuerte en las bibliotecas públicas –señala Lamster– que progresivamente asumen funciones cívicas que superan con creces la misión histórica de servir libros a los lectores.
"Las bibliotecas públicas son las nuevas catedrales de nuestra sociedad –sostiene el arquitecto Bing Thom, cuya nueva biblioteca pública en Surrey, Columbia Británica, un suburbio de Vancouver, fue diseñada como un espacio de participación comunitaria.
"La gente vive en espacios cada vez más pequeños –afirma Thom– por lo que la biblioteca se convierte en un lugar al que escapar para socializarse, estar en soledad, tomar un respiro". Thom destaca que la biblioteca pública es "el último espacio gratis en la sociedad, incluso para las personas sin hogar". A su entender hay un él un sentido democrático ya que "es un espacio común que todos compartimos".
El artículo completo está disponible en inglés en este
enlace.
© Copyright Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 2010