Mercados como el estadounidense y el británico han visto cómo la lectura digital va ganando terreno a la impresa en el último año. Por su parte, en aquellos otros mercados de habla no inglesa, el cambio se produce con una mayor lentitud debido a una serie de factores que Mike Shatzkin, experto y analista del cambio digital, ha publicado en su blog The Ideal Logical Company.
En primer lugar, y sin ánimo de molestar a nadie, Shatzkin señala que el artífice de que este cambio se produjese de esta manera y a esta velocidad fue Amazon, gracias a la venta en línea de libros impresos y a la creación de su Kindle. El gigante de las ventas por internet resultó ser todo un catalizador para que se dieran las condiciones necesarias para la creación del mercado del eBook.
Los editores son conscientes de que su ecosistema ha cambiado, por lo que se han visto obligados a modificar sus tácticas y adoptar otras que no habrían considerado hace diez años. Shatzkin se refiere a cómo el sector editorial busca la interacción directa con sus lectores, a cómo está aprendiendo a distribuir sus productos digitales con mejores metadatos y a cómo está apostando por la creación de comunidades verticales y a desarrollar nuevos servicios y productos que venden a aquellos clientes que se han sentido atraídos por sus libros.
En aquellos países de habla no inglesa, el cambio es mucho más lento por distintas razones. Una de ellas, comenta el analista, es que los EE.UU. y el Reino Unido cuentan con normas de mercado excepcionales que fomentan que los minoristas puedan competir en las ventas de libros utilizando el precio “como arma”. Otras razones, continúa Shatzkin, son ciertas diferencias culturales, como el hecho de que los consumidores en estos países no tienen tantos recelos en lo referente a las compras en línea mediante tarjetas de crédito.
A estas variables hay que añadir, señala Shatzkin, el hecho de que los tiempos han cambiado y las circunstancias no son las mismas que hace cinco años, cuando comenzó la transición digital en los EE.UU. y en el Reino Unido. En aquel momento, apunta el especialista, las compañías que construyeron la infraestructura de distribución digital eran locales y la clave en esos primeros años fue una oferta total tanto de dispositivos como de almacenaje.
En la actualidad, los vendedores de libros electrónicos de mercados de habla no inglesa no tienen que preocuparse por la distribución de dispositivos digitales para la construcción del mercado.
Pero –advierte Shatzkin–, existen otras preocupaciones:
Se ha dado el caso, añade el analista en su post, en los que editoriales pequeñas de lengua no inglesa han traducido obras de ficción directamente al inglés, para que estas tengan mayores posibilidades de llegar a otros mercados.
Por último, Shatzkin anima a las editoriales digitales de habla no inglesa a aventurarse a crear libros ilustrados en formato digital, un género en el que los mercados estadounidense y británico todavía no han tenido gran éxito. “Quizá los editoriales de habla inglesa puedan aprender algo de ellos” –apostilla.