La protección a través de DRM que utilizan muchas compañías con el propósito de proteger la propiedad intelectual contra la piratería, vuelve a cuestionarse. Un artículo de Stuart Houghton aparecido en Trusted Review, recupera la polémica tras el caso de una propietaria de Kindle que vio desaparecer de su biblioteca todos los libros que había comprado.
Muchas personas han defendido la utilizad e importancia del DRM, pero muchos usuarios han criticado su utilización porqe genera más problemas que beneficios. Se puede dar el caso, explica este periodista, de que se produzca un fallo técnico en el proceso del DRM, como por ejemplo que se caiga el servidor de autentificación, que el dispositivo no se pueda conectar, o que ocurra un error en el software que impida disfrutar de un juego. Muchos son los que se preguntan, añade Houghton, por qué el deseo primordial de la empresa es detener la piratería, en lugar de dar prioridad a los usuarios que han pagado por materiales que desean utilizar en sus dispositivos.
Otra cuestión es la imposibilidad de cambiar de formato. En el Reino Unido el cambio de formato para uso personal no es técnicamente ilegal, pero un acta aparecida en 1988 relacionada con los derechos de autor, diseños y patentes decretó que no estaba permitido vender o publicar herramientas para quitar el DRM.
El artículo recupera el caso de Linn, una noruega poseedora de un Kindle repleto de libros electrónicos comprados legalmente. Un día descubrió que todos sus eBooks habían desaparecido. En un principio pensó que había sido un fallo del software y decidió ponerse en contacto con Amazon. La compañía le informó que había descubierto que su cuenta estaba relacionada directamente con otra, algo que está totalmente prohibido por la política de la empresa, por lo que había decidido cerrar su cuenta y cancelar todos los pedidos que estaban en curso. Esta empresa se reserva el derecho de negar el servicio, cancelar cuentas, quitar o editar contenido y cancelar pedidos, según explico Michael Murphy, director de atención al cliente de Amazon en el Reino Unido.
Linn aseguró que no tenía otra cuenta, pero aun así la suya permanece cerrada de forma permanente; todos los libros que había comprado de forma legal han desaparecido y Amazon se ha negado a seguir manteniendo correspondencia consu cliente.
Cuando alguien compra un libro en formato papel, continúa el periodista, cada uno puede leerlo o ponerlo donde más le plazca. Pero cuando se trata de libros electrónicos protegidos con DRM, sólo se pueden leer en un dispositivo que admita ese tipo de protección de copia. En el caso de Kindle, esto implica tener un dispositivo con una conexión a internet abierta y un sistema incorporado que permita a Amazon hacerse con el contenido cuando crea preciso.
Quizá, señala Stuart Houghton, Amazon esté en lo cierto y esta ciudadana noruega tuviese una segunda cuenta, “pero esa no es la cuestión –señala el periodista– lo verdaderamente importante es que bajo las políticas de Amazon, en la que se impone el DRM, uno no es propietario de sus libros. Uno los alquila hasta que la compañía decida lo contrario.”
Esto no se aplica sólo a Amazon, finaliza el artículo. Cuando una empresa bloquea la información digital con DRM el usuario confía en que la compañía le permita acceder a ella. Houghton se pegunta si acaso se puede pensar que incluso si se cumpliese con los términos y condiciones que establecen las compañías, todo lo que se ha comprado se podrá seguir utilizando incluso si los titulares del derecho de autor se salen del negocio. Algo que Stuart Houghton recomienda tener en cuenta cuando se vayan a hacer las compras de Navidad este año.