La utilización del DRM degrada la accesibilidad, impide un uso justo y amenaza la privacidad, así de contundente se declara Eric Hellman en un post que ha publicado en su blog Go To Hellman, en el que analiza la posibilidad de que las bibliotecas puedan tener un sistema de préstamo de ebooks sin este sistema de protección.
En una biblioteca solo una persona puede utilizar un ebook por vez, por lo que mientras está prestado, el resto de los usuarios tienen que esperar su turno. Una de las razones por las que las bibliotecas han aceptado este modelo, explica Hellman, es porque les resultaría demasiado caro hacerse con la licencia de un título de éxito para que todos sus usuarios lo pudieran utilizar a la vez.
La mayoría de los editores no confía en que las bibliotecas tengan la experiencia técnica necesaria para cifrar los archivos de forma segura, gestionar las claves y realizar un seguimiento de la licencias para hacer cumplir la condición de no impresión de un ebook. Por esta razón –señala– éstas acaban prestando libros electrónicos a través de plataformas como Overdrive, 3M, EBSCO, ebrary, EBL entre otras.
En opinión de este físico e ingeniero experto en tecnología aplicada al mundo del libro, lo difícil no es tanto impedir la distribución ilegal como conseguir que los usuarios acepten períodos limitados de préstamo para objetos digitales. Las bibliotecas tienen que poner sanciones para hacer cumplir los períodos de préstamo incluso en los libros impresos.
Mediante la personalización de los archivos de los libros electrónicos y la cooperación con entornos digitales, Hellman está convencido de que se podrían realizar préstamos sin estos sistemas de protección. “Podría insertarse un certificado de préstamo en el archivo del libro electrónico y el entorno de lectura podría recordar y ayudar al usuario a realizar la devolución” –apunta. Además –continúa–, en estos entornos podría darse la posibilidad a los usuarios de comprar una licencia permanente de cualquier título.
Esta claro, añade, que un usuario bien informado sería capaz de eludir con facilidad la expiración de su préstamo, o incluso elegir un entorno de lectura que haga caso omiso a los certificados de préstamo, pero –afirma–, esa no es la cuestión. “Si la mayoría de los usuarios respeta el concepto de construcción social de la biblioteca, también aceptarán sus obligaciones con respecto a ésta” –asegura.
Por el momento aparecen muchas decisiones encontradas entre las editoriales. Así por ejemplo –explica Hellman–, existe una corriente de editores que nunca va a permitir que las bibliotecas presten libros electrónicos sin protección. Otros, como Springer, ponen a su disposición su colección sin DRM, quizá también porque son libros académicos. Y por último, se da el caso de libros sin DMR, como los de Baen y Tor, que no permiten que se presten en bibliotecas.