A nadie le puede extrañar que tras publicar algo en los medios sociales aparezcan malas críticas. Todo el mundo da por sentado que publicar contenido en internet abre la puerta a todos aquellos que escondiéndose tras la pantalla de un ordenador lanzan comentarios negativos. Esto viene en relación a una noticia publicada por Mercy Pilkington en GoodeReader en la que se habla de la denuncia de mil millones de dólares que ha puesto la editorial OMICS a un bibliotecario de la Universidad de Colorado.
Jeffrey Beall, el bibliotecario al que se ha acusado, ha aparecido en multitud de revistas y periódicos especializados por su trabajo en su página Scholarly Open Access, también conocida como La Lista de Beall, en la que ofrece listados con los nombres de todos los editores y publicaciones que operan de manera fraudulenta o realizan malas prácticas.
En las universidades, explica Pilkington, existe una presión especial cuando se va a publicar el trabajo de alguien. Se dan casos en que las editoriales cobran miles de dólares a profesores y editores solo por confirmar que se va a publicar su trabajo. Este bibliotecario ha escrito sobre las prácticas del grupo editorial indio OMIC el cual ha utilizado el nombre de personas importantes sin su permiso y celebrar conferencias falsas con nombres que se parecen sospechosamente a programas de gran prestigio.
La editorial afirma que la información de Beall es totalmente infundada y le ha demandado por los posibles daños que pueda causar a la empresa. Los abogados de este bibliotecario, por su parte, creen que se trata de una mera estrategia publicitaria de la compañía y ya están tomando las medidas pertinentes.
Un punto a favor de Beall, finaliza el artículo, es que su trabajo como bibliotecario le hace conocedor del poder de contar con una documentación excelente. Además ha comentado que tiene guardadas todas las evidencias de los negocios turbios que realizan los editores a los que incluye en sus listados.