Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las bibliotecas es la falta de espacio para almacenar todos sus materiales impresos, por lo que algunas bibliotecas universitarias en los Estados Unidos están llevando a cabo experimentos estatales y regionales para liberar espacio.
Para que estas iniciativas tengan éxito, explica Jennifer Howard en un artículo publicado en The Chronicle of Higher Education, en primer lugar es necesario basarse en datos sólidos y convincentes que se extraigan del análisis de las colecciones, es decir si éstas se utilizan y si los libros que las configuran están disponibles en otro lugar.
Esta racionalización –continúa– tiene que efectuarse con cierta cautela, ya que existen ciertas disciplinas universitarias que están a favor de los recursos electrónicos, mientras que otras mantienen un poderoso atractivo por el formato tradicional y lo que nunca hay que hacer –advierte– es enfurecer a los profesores y alumnos.
Muchas bibliotecas han llegado a la conclusión de que el mejor lugar para buscar una solución está “cerca de casa”, es decir –explica Howard– colaborar con otras bibliotecas del estado o la región. Estos proyectos denominados de impresión compartida empiezan a ponerse en marcha en algunas universidades del país.
Por ejemplo, en el estado de Michigan existe una iniciativa de estas características que reúne a siete universidades públicas de distinto tamaño. En un primer momento, se decidió qué libros debían descartarse para reducir duplicidades entre las instituciones participantes, para lo que se establecieron tres criterios: títulos publicados o adquiridos antes de 2005, que apareciesen en al menos tres colecciones y que se hubieran prestado menos de tres veces desde 1999. Aunque hubo momentos de desacuerdo –explica Howard– al final todo salió bien y todo el mundo estuvo conforme con el listado final.
Uno de los valores que más destaca Howard en su artículo para llevar a delante un proyecto de estas características, es la confianza. Estas bibliotecas de Michigan han firmado un acuerdo para trabajar en común durante quince años, lo que pone de manifiesto la fe que se tienen todos los centros que participan en el proyecto con respecto a la profesionalidad de cada uno de ellos.