Alexander Bard: Internet está generando una espiritualidad colectiva

Alexander Bard, ciberfilósofo, exmúsico, productor y escritor sueco, cree que internet está engendrando una nueva espiritualidad colectiva a la que denomina Syntheism [sintesismo] y que aunque resulta difícil definir y situar su punto de partida, podría plantearse como el momento posterior al ateísmo. Un artículo de Kevin DiCamillo, publicado en Publishing Persperctives, profundiza sobre este planteamiento.

Alexander Bard, ciberfilósofo, exmúsico, productor y escritor sueco, cree que internet está engendrando una nueva espiritualidad colectiva a la que denomina Syntheism [sintesismo] y que aunque resulta difícil definir y situar su punto de partida, podría plantearse como el momento posterior al ateísmo. Un artículo de Kevin DiCamillo, publicado en Publishing Persperctives, profundiza sobre este planteamiento.

Bard es coautor The Futurica Trilogy, y el próximo mes dará a conocer su última obra Syntheism: Creating God in the Internet Age [Sintesismo: Crear a Dios en la era de internet]. Se trata de un personaje fascinante –confiesa Dinamillo– muy interesado en la juventud, versado en la dialéctica hegeliana, el existencialismo de Kiergegaard y el dualismo aristotélico.

Según Bard, gracias a que ahora todos estamos conectados a través de la web, es mucho más fácil comenzar una nueva religión, o dicho de otra manera, alcanzar una espiritualidad mucho más relevante. Para este escritor el término “héroe” está muerto y en estos momentos lo que existe es la “comunidad heroica”, “el enjambre” o “la colmena”.

En su preocupación por la esencia de la espiritualidad, deplora el fundamentalismo en todas sus manifestaciones y cree que el Syntheism pude ser un antídoto para acabar con él. En lugar de pretender tener todas las respuestas, algo que defienden los fundamentalistas, Bard cree que el quid de la cuestión está en esforzarse en buscar y en última instancia en plantearse preguntas.

Confiesa escribir libros para él mismo, y aunque asegura que no los escribe ni por amor, ni por divertimento, pero reconoce que le encanta compartirlos.

 

 


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