La celebración del Día del libro se dedica este año también a la conmemoración de los cuatro siglos de la publicación de la Segunda parte del Ingenioso cavallero don Quixote de la Mancha, como la tituló su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, que murió al año siguiente de terminarla, el 23 de abril de 1616.

 

 

 

 

Animado por la buena acogida que El Quijote tuvo en 1605 e incitado por el disgusto que le provocó la publicación de una novela que retomaba las andanzas de su personaje, debida a la pluma de un escritor de origen incierto (camuflado bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda), en 1615 Miguel de Cervantes entregó a la madrileña imprenta de de Juan de la Cuesta una segunda parte, con la intención de cerrar la peripecia vital del personaje de modo definitivo.

 

En un tiempo en el que la propiedad intelectual no constituía ni siquiera una aspiración de los autores, se aseguraba así el dominio sobre su criatura, y evitaba que otros se beneficiaran de glorias ajenas, depauperándolas, pues el resultado, en fondo y forma, de El Quijote apócrifo (Tarragona, 1614) no había satisfecho a casi nadie.

 

Un Cervantes maduro y enfermo, acomete la que será la tercera y última salida de Don Quijote, quien, de nuevo, abandona su casa alentado por la posibilidad de vivir nuevos lances, impartir justicia y luchar denodadamente porque los valores caballerescos perduren en una sociedad que, con el impulso de la modernidad temprana, ha empezado a cambiar de modo irreversible.

 

Para la España de los albores del siglo XVII, la de Don Quijote es una personalidad grotesca y extravagante, un ser consumido por su obsesión lectora. Pero su autor lo reviste de un aura tal de altruismo, cortesía, paternalismo e ingenuidad bondadosa, que logra que el personaje concite las simpatías del lector, que desea para el protagonista un final reconfortante, pero al que el descreído autor ofrece desengaño, melancolía y extinción.

 

Cuatro siglos después, la efeméride se ha conmemorado en todo el mundo con reediciones de ambas partes de la novela, algunas de la cuales incorporan abundante aparato crítico y estudios de reconocidos hispanistas o expertos en crítica literaria, como la que publicó Cátedra recientemente, al cuidado de John Jay Allen, o la de Alianza, a cargo de Florencio Sevilla y con prólogo de Antonio Rey Hazas, que apareció en 2014.

 

Ambas ediciones de El Quijote se recogen en la selección que ha realizado Canal Lector, la página web de recomendaciones literarias para público infantil y Juvenil de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

 

En ella figuran versiones que ofrecen El Quijote con la rica lengua del Siglo de Oro en que fue redactado, y que requieren madurez lectora, así como adaptaciones para que el público infantil, que aún no puede leerla, tome contacto con una obra y un prototipo literario clave en su cultura y que ha dejado huella profunda en otras.

 

El día del libro fue propuesto a la Unesco por la  Unión Internacional de Editores con el objetivo de fomentar la cultura y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor.

 

La Conferencia General de la Unesco la aprobó en París el 15 de noviembre de 1995, por lo que a partir de dicha fecha el 23 de abril es el "Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor" y recuerda el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega en la misma fecha en el año 1616.

 

Por su parte, con motivo del quinto centenario de la publicación de la Segunda parte del Quijote cervantino, la Biblioteca Nacional de España expone una selección de alrededor de una quincena de ediciones y estudios críticos de otra segunda parte del Quijote: la de Alonso Fernández de Avellaneda. 

 

La exposición, que se abrió el 21 de abril podrá visitarse hasta el 20 de septiembre de 2015 en el Museo BNE, Sala Mínima.