La paz es un estado voluble sometido a la impredecible reacción de los poderosos. Pequeñas acciones, tal vez sin importancia (aquí representadas en un incidente con un helado), pueden dar lugar a terribles e injustificables conflictos. Poco basta a los comandantes para poner en liza sus ejércitos, batallones de ciudadanos (unos con casacas rojas, otros azules), que se lanzan a la lucha en los fangosos campos.  Arrojarse la ropa, en el fragor del combate, conduce a los ejércitos a comprender la verdadera razón que, en realidad, une a todas las divisiones… ¿Quién es amigo y quién enemigo? Una brillante metáfora con la que el austriaco Janisch construye un alegato antibelicista, elegido por el equipo de la prestigiosa Internationale Jugendbibliothek de Múnich como uno de los mejores libros del año 2019 (Listado White Ravens). La narración está secuenciada a partir de cuatro pliegos sin palabras, a doble página, que contextualizan el origen de la lucha y que desembocan en una colección de escenas firmadas por el artista ruso Aljoscha Blau, varias veces nominado al ALMA gracias a un personal e inconfundible estilo que en este álbum alcanza esplendor.

Es habitual que se adopte ante el niño una actitud protectora cuando un libro exige cierta dificultad. Está claro que en ocasiones una lectura ardua puede desembocar en una experiencia frustrante. Pero, en el otro extremo, se hallan esos textos que no requieren esfuerzo ni brindan gratificación alguna. Janish y Erlbruch son creadores que se caracterizan por plantearle al lector obras que alimentan su inteligencia y sensibilidad. No son libros que se agotan en una lectura sino que, por el contrario, pueden ser leídos muchas veces.

A menudo seleccionamos para nuestros niños libros que sólo posibilitan una interpretación. Con este tipo de lecturas los adultos nos sentimos seguros: si el niño no entiende, nosotros podemos aclararle. Por esta razón, cuando nos topamos con obras que permiten pluralidad de lecturas, tendemos a preguntarnos si se trata de un libro infantil. Lo paradójico es que los mismos niños, ante historias como ésta, suelen tener menos reservas y disfrutan con espontaneidad de su lectura.

Once historias imaginativas, disparatadas y turbadoras, que se cuentan entre sí un niño y una niña mientras juegan en el que para ellos es el árbol más bello del mundo. Un álbum con ilustraciones que rayan lo onírico y conmueven, igual que las brevísimas y poéticas historias que lo componen, que se desarrollan siempre con un esquema repetitivo en el que nunca se sabe quién habla y quién pregunta, y que dejan siempre una sensación dulce: «Hoy, encontré una nube en mi casa. ¿Y tú qué hiciste? Me acosté a su lado».

En este gran libro de formato pequeño se ofrece a los lectores (adolescentes o adultos) una útil herramienta para reflexionar. Para analizar cómo a veces las relaciones con los demás son complicadas y nos hacen sufrir en exceso, y otras sin embargo parecen tan sencillas y simples y nos hacen disfrutar sin tener que protagonizar para ello ningún esfuerzo. Para reflexionar sobre lo difícil que resulta ponerse en el lugar del otro, entenderlo, respetarlo, no idealizarlo ni infravalorarlo, permanecer cerca cuando es difícil estar a su lado, y respetar su ausencia cuando ha decidido no estar al nuestro. Para aprender, en definitiva, a valorar la amistad.

Un álbum ilustrado que sondea esa necesidad que tienen algunos niños de idolatrar a los adultos cercanos, en este caso a través de un abuelo que cuenta historias increíbles. Sólo al final se nos revela que falleció hace un año y que, a pesar de ello, el nieto sigue escuchando sus historias. Un cuidado ejercicio gráfico y metafórico que trata el tema de la muerte, con unas ilustraciones que reproducen un mundo onírico. Es uno de esos libros que requiere una lectura entre líneas, pues dice mucho más de lo que leemos a primera vista, tanto a través del texto como por medio de las ilustraciones. Imprescindible

Este álbum propone una reflexión sobre la vida: poco importa el lugar donde se vive, lo importante es estar en compañía de aquellos a los que amamos. El autor explora este tema al hilo de las aventuras de una simpática gallina en un viaje a través de diferentes tipos de hábitat.

El oso Ben tiene hambre y pregunta y pregunta por dónde están las Montañas de Miel. Simpáticas ilustraciones dan cuenta de los deseos del plantígrado, y de diferentes animalitos con los que se encuentra por el camino. Una historia sencilla y efectiva, que gustará a los más pequeños.

Un libro con dos lecturas. La primera, explícita, nos acerca a la historia de un pajarito que de pequeño sufre un accidente y desde entonces no puede hablar. Se siente distinto a los demás, inútil e incomprendido, hasta que una vieja liebre le descubre lo válido que puede llegar a ser con aquello que sabe hacer. La otra, implícita, habla de los diferentes, de la autoestima y de la importancia de sentirse útil a la comunidad. Las ilustraciones tienen una gran carga comunicativa, con una técnica y encuadres que construyen escenas de gran expresividad.

Un álbum sobre la superación de miedos infantiles. La niña protagonista, a través de su imaginación, transfigura distintos elementos de su entorno más inmediato en personajes protectores que velan por ella durante la noche. La aportación más interesante de la obra es la recreación artística que la ilustradora hace de ese particular universo infantil.

Este bellísimo álbum, plagado de increíbles ilustraciones, no es otra cosa que un poema de imágenes y texto que nos habla de la importancia de construir nuestras vidas apoyándonos también en la imaginación. Se inicia con un «Hay días...», que se repite continuamente y que va marcando el ritmo de cada página, como si de un poema se tratara. La obra trata de poner al lector frente a una serie de situaciones que deberían darse en nuestras vidas, algunas de ellas no por disparatadas menos interesantes.

Once historias que tienen como protagonista al pícaro flamenco Till, un bufón que con sus bromas es capaz de engañar al más sabio y hacer reír al más pintado. Un álbum magníficamente ilustrado con las acuarelas de Lisbeth Zwerger, inventando espacios con el colorido de sus pinceles, que dan cuenta de "la complicidad de que ha disfrutado con su personaje".