Lynne Brindley, directora de la British Library, teme por la desaparición de la memoria colectiva y el patrimonio cultural de un país en la era digital. Brindley considera una ironía de la era digital que, en un momento en que es habitual tener un fácil acceso a información y conocimiento aparentemente interminable, gran parte de esta información está desapareciendo en un ‘agujero negro digital’. Asimismo, la directiva se lamenta de que aún no haya sido aplicada ninguna ley en materia de depósito legal que cubra los contenidos legales de la misma forma en que se aplica a los contenidos impresos.
Estas apreciaciones aparecen en un artículo publicado en la revista británica New Statesman. En él Brindley sostiene que durante cuatrocientos cincuenta años el concepto de depósito legal ha contribuido a preservar el registro intelectual del Reino Unido, y el requisito de que editores y distribuidores envíen una copia de todo lo que publican en formato impreso a la British Library ha sido vital para la creación de una colección que ahora contiene aproximadamente ciento cincuenta millones de publicaciones.
La bibliotecaria da cuenta de la legislación sobre depósito legal (Legal Deposit Libraries Act) redactada en el Reino Unido en 2003, mediante la cual se amplió el mismo principio para cubrir los contenidos digitales. Sin embargo, Brindley señala que nueve años después, todavía siguen esperando a que la legislación sea implementada. Y mientras esto sucede, afirma, grandes cantidades del patrimonio digital han desaparecido para siempre.
Brindley afirma que las ideas, reflexiones y experiencias de la sociedad son registradas cada vez más en páginas web, blogs, o redes sociales como Twitter, y no en diarios y cartas que sobreviven al paso del tiempo. Y “debido a la facilidad con que estos sitios web pueden actualizarse –sostiene– la duración de todo lo que está escrito en línea es mucho menor que la de la palabra impresa”.
La directora revela que el ejemplo más antiguo de escritura puede encontrarse en unas tablillas de arcilla de 5.000 años de antigüedad. Asimismo, informa de la reciente adquisición por parte de la biblioteca del libro europeo más antiguo, el Evangelio de San Cuthbert, un ejemplar de 1.300 años de antigüedad. Sin embargo, Brindley señala que la esperanza media de vida de una página web es de menos de setenta y cinco días.
Brindley advierte de que la próxima celebración de los Juegos Olímpicos 2012 en Londres está generando gran cantidad de comentarios y debates, y gran parte de la historia está siendo contada a través de las páginas web de asociaciones deportivas, organizaciones culturales y contribuciones en línea del público en general. Esta profesional de las bibliotecas revela que hasta que no se aplique la legislación relativa a los contenidos digitales, toda esta ‘memoria digital’ no podrá ser legalmente recogida y conservada. Asimismo, Brindley revela que se conservará menos del uno por ciento de toda la actividad en línea relacionada con los Juegos Olímpicos de Londres.
La directora de la British Library considera que muchos de los contenidos que aparecen en línea pueden parecer triviales y sin importancia. Sin embargo, afirma Brindley, “a veces lo que parece insignificante o incluso pasa desapercibido pueden ser ‘joyas desenterradas’ por investigadores posteriores”. Asimismo, Brindley sostiene que a pesar de la facilidad con la que hoy se registran y comunican los pensamientos, los historiadores y novelistas del futuro podrían tener dificultades para encontrar mucho de este material.
Para Lynne Brindley es motivo de lamentación el hecho de que “nunca será posible llenar el vacío existente en el conocimiento de la opinión del Reino Unido sobre los principales temas sociales y culturales acontecidos en el comienzo de la era digital”. Asimismo, Brindley se pregunta si “en el futuro los académicos experimentarán la misma sensación de pérdida respecto de estos contenidos que sentimos hoy en relación con las obras desaparecidas pertenecientes a los más grandes escritores y pensadores de la antigua Grecia”.
A su juicio, el Reino Unido se ha situado en la ‘vía lenta’ en lo que a preservación de material digital se refiere. Brindley afirma que actualmente el depósito legal de contenido no impreso se ha extendido a nivel internacional, incluyendo gran parte de Europa, Canadá y Nueva Zelanda. En el Reino Unido, afirma, las normativas propuestas por el gobierno británico distan de ser perfectas. Por ejemplo, revela Brindley, la normativa exime a los negocios de nueva creación y a las microempresas de depositar publicaciones tradicionales o de facilitar las contraseñas para permitir la recogida de sus páginas web. Y teniendo en cuenta que estas empresas representan el ochenta por ciento de las editoriales, sostiene Brindley, una gran cantidad de información se sigue perdiendo.
La directora afirma que a la British Library le gustaría que se renunciara a esta exclusión por completo. Sin embargo, afirma, ahora la prioridad para la institución es aplicar la legislación sin más demora. “Debemos evitar que nuestro patrimonio desaparezca para siempre en el ‘agujero negro digital’ –reclama– y garantizar que la British Library continúe siendo en el futuro la memoria colectiva del Reino Unido”.
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