¿Cómo convertir un espacio poco atractivo ubicado en un sótano en forma de ‘ele’, en un luminoso y elegante lugar de carácter tecnológico? Esta fue la pregunta a la que se enfrentó el equipo de arquitectos Bostwick Design Partnership al asumir la tarea de crear TechCentral, un nuevo centro de tecnología de la Biblioteca Pública de Cleveland. Sarah Bayliss analiza cómo fue posible la creación de este espacio en un artículo para Library Journal.
Bayliss revela que la renovación de este espacio, situado en la Sala Louis Store, en la planta baja de la biblioteca, ha supuesto la inversión de aproximadamente un millón de dólares. La antigua área, que albergaba la colección audiovisual en estantes poco espaciados, es ahora una central tecnológica de vanguardia basada en un espacio abierto inspirado en una tienda de Apple.
En funcionamiento desde junio de 2012, TechCentral cuenta con una superficie de siete mil metros cuadrados y sus elementos principales incluyen noventa equipos portátiles, una ‘Feature Wall’ o pared central basada en una pantalla interactiva de setenta pulgadas, un "TechToybox" con dispositivos inalámbricos prestables, un programa denominado MyCloud, que brinda acceso a potentes aplicaciones de software, y una impresora en 3D.
Según informa Bayliss, los empleados de esta central tecnológica, uniformados con bata de color naranja, recorren el espacio ofreciendo su ayuda siempre que sea necesario, e impartiendo formación personalizada.
C.J. Lynce, director de TechCentral, afirma que, “no se trata de tener noventa ordenadores sino de que este sea un espacio para aprender. Queremos no ser solo un proveedor sino también una inspiración”.
Para la creación de este espacio, tranquilo y acogedor, los arquitectos tuvieron que salvar diversos obstáculos. En primer lugar, los problemas relacionados con el diseño, ya que, según indica Richard Ortmeyer, director de Bostwick Design, el antiguo espacio era un “incómodo lugar con forma de ‘L’, con un enorme mostrador que enfatizaba la división entre usuarios y empleados”.
Las enormes columnas y los carteles de señalización también constituían serios problemas, estos últimos por no orientar correctamente que el espacio de abajo existía.
Teniendo en cuenta todos estos obstáculos, el planteamiento general de los arquitectos fue hacer tantos espacios blancos como fuera posible, eliminar cualquier tipo de división entre usuarios y empleados, utilizar formas arquitectónicas sencillas y elegantes y emplear iluminación estratégica para remitir a los usuarios hacia los distintos servicios bibliotecarios.
Otra de las decisiones arquitectónicas fue la de pintar todo el espacio de blanco, incluyendo el techo que anteriormente era de color malva. Ortmeyer sostiene que "de todos los colores, el blanco permite a la biblioteca centrarse en los elementos multimedia".
Por otra parte, además de las consideraciones relativas al diseño de las superficies, la flexibilidad tecnológica también fue un punto crucial, teniendo que adecuar todos los espacios a los servidores, los sistemas de almacenamiento, las redes, pantallas, etcétera.
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