La venta de libros electrónicos ha descendido en un siete y medio por ciento en los Estados Unidos respecto al mismo periodo del año pasado según ha informado la Asociación de Editores de este país. El éxito conseguido en proyectos piloto realizados en bibliotecas públicas con algunos libros electrónicos debería, en opinión de Michael Kozlowski, modificar la relación que mantienen los editores con las bibliotecas y empezar a considerarlas sus aliadas en la promoción y venta de libros.
En estos momentos las bibliotecas se encuentran a merced de los editores. De ahí que muchos títulos les cuesten muchísimo más. Por ejemplo, la novela Burning Room, de Michael Connelly, le cuesta a un cliente de Amazon menos de quince dólares, pero cualquier biblioteca está pagando más de cien.
En los últimos años han aparecido empresas de distribución de libros electrónicos a bibliotecas que están haciéndose con parte del mercado de los editores. Hoopla, por ejemplo –explica Kozlowski– cuenta con un modelo innovador según el cual todos los libros y cómics están disponibles para el préstamo bibliotecario en línea y la biblioteca sólo paga por aquellos libros que preste a sus usuarios.
Debido al éxito de proyectos como el de Hoopla varios grupos editoriales han llevado a cabo iniciativas piloto con bibliotecas que han cosechado gran éxito.
Uno de los que ha conseguido mayor repercusión es el proyecto Overdrive Big Library Read, mediante el cual los libros pueden descargarse un número ilimitado de veces. El programa tuvo tal éxito que ha llevado a HarperCollins a contribuir con cuatro títulos diferentes y la editorial ha confirmado que seguirá participando en esta iniciativa.
Simon and Schuster anunció que donaría una copia gratuita electrónica del nuevo libro del galardonado Brian Grazer a bibliotecas escolares y públicas por cada ebook o libro en tapa dura que se venda al por menor y que supere las cinco mil copias.
En definitiva, estos proyectos pilotos son una manera interesante de que editores y bibliotecas promuevan títulos de forma conjunta, pero también es verdad –puntualiza Kozlowski– que los precios de los ebook son tan elevados que suponen un desembolso que socava el presupuesto de cualquier biblioteca a un ritmo alarmante.
Esta situación ha llevado a que en Canadá, por primera vez en la historia, grandes organizaciones, entre las que se encuentra la Biblioteca Pública de Toronto y el Consejo Canadiense de Bibliotecas, se hayan unido para pedir al gobierno su intervención para adoptar unas normas que los editores deben seguir.
Los editores necesitan de la biblioteca ahora más que nunca si quieren mantener el “chollo digital” –asegura el periodista– pero para ello habrá que propiciar la aparición de más proyectos piloto como estos y que los precios de los libros sean más bajos.
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