Panera participa con este artículo en la Zona de debate CITA, en el marco del foro dedicado a El uso de la imagen en nuestros días, cuyo objetivo es profundizar en el análisis de la imagen como fuente de información y conocimiento.
Relata que hace poco, pudo comprobar, “con absoluto desconcierto”, que un número significativo de estudiantes extranjeros que visitaban una exposición en el DA2, Domus Artium 02 de Salamanca, donde es director de Programación, protagonizada por grandes instalaciones de vídeo multipantalla del artista alemán Julian Rosefeldt, no miraba las proyecciones de vídeo directamente sino que prefería hacerlo a través de las pequeñas pantallas de su teléfono móvil.
A Panera esa actitud le pareció “una prueba evidente de que nos encontramos ante un “nuevo régimen de visualidad” que está afectando a los procesos sociales, culturales, psicológicos y cognitivos en el que –tal y como apunta Roberto Balaguer– tenemos una vida “al otro lado de la pantalla” y donde cada vez parece más difícil “ser y estar” sin generar un registro visual de ello.
“Todo aquello que no esté digitalizado y registrado (externamente) no tiene lugar en este mundo. “Nada es si no se impresiona en un sensor digital” o, si no, que se lo pregunten a Google o a Youtube” –añade.
“Asistimos a un progresivo sacrificio de la visión, de aquella relación fenomenológica, corporal, del ser humano con el mundo, en favor de la “visualización” de lo ya encuadrado en una pantalla que, además, suele ser móvil y promiscua” –agrega Panera.
Señala que también es significativo que aquellos estudiantes utilizasen un teléfono móvil, “un artefacto para la información y la comunicación, pero también para la producción y el consumo de contenido multimedia”.
A su entender, la no materialidad de esta imagen/tiempo transforma el sentido y la carga simbólica del régimen escópico de nuestros días en el que la imagen funge de memoria, de archivo, de resguardo del patrimonio y del pasado, alterando sus formatos de producción, circulación y consumo y su misma economía política”.

De este modo –añade– frente a la memoria mnemotécnica de la imagen/estática se levanta una memoria “heurística” que “ya no es de objeto sino de conectividad y que ya no es de inscripción localizada (docu/monumental) sino relacional y diseminada”.
Advierte que quienes se dedican a la gestión cultural no pueden sustraerse a los nuevos modelos de producción, circulación, recepción y archivo de imágenes que este nuevo régimen visual propone, del mismo modo “que se hace cada vez más urgente definir un nuevo marco legal que flexibilice la gestión de los derechos del uso y tráfico de imágenes”, dentro de este régimen “pantallocrático” en alusión al término que usa Lipovetski.
Por último asegura que aquel el episodio le llevó a pensar “en que esa idea del “espectador emancipado” a la que se refiere Rancière en diferentes textos pasa por una mirada del espectador que, tal vez, ya no sea la programada por las instituciones”.
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