La preocupación de muchos editores es recrear en línea la apariencia del producto impreso que están tratando de reemplazar, cuando lo importante sería centrarse en despojarlo de todo lo que no es absolutamente necesario. La afirmación corresponde a Mathew Ingram, experto en tecnología y nuevos medios que, en un artículo publicado en GIGAOM, analiza el proceso de adecuación de la edición al entorno electrónico y más en concreto a la publicación en línea.
En la edición de productos en línea, comenta Ingram, existe una tendencia a recrear o acercarse en la forma a ciertos elementos de diseño que evocan el tipo de publicaciones precedentes en papel. Es decir, productos nuevos imitan la experiencia de similares impresos para facilitar la transición de los lectores entre uno y otro. Es lo que se ha dado en llamar skeuomorphic, un intento de acercar la experiencia virtual a la física, como en el caso de la estantería de Apple para los eBooks.
Ingram cuestiona la conveniencia de este enfoque de las publicaciones en línea y se pregunta si es esta la mejor manera de publicar o consumir contenido, a lo que avanza una respuesta en sentido negativo. Este analista cree que respecto de los contenidos en línea, los experimentos más interesantes vienen de la mano de frentes renovadores que rompen con las premisas anteriores, y exploran nuevas formas de presentar los contenidos en un medio que poco tiene que ver con el precedente físico y el papel.

Como ejemplo de estos nuevos enfoques, Ingram presenta una revista recientemente lanzada: The Magazine. En el artículo se destaca cómo la simplicidad del nombre se refleja en la propia plataforma; así la propuesta se despoja de los elementos que se han llegado a asociar con revistas en línea o virtuales, por ejemplo, carece de tabla de contenidos o botones para compartir o menús desplegables. De hecho, no tiene prácticamente nada más que palabras y enlaces, enfatiza Ingram.
Una de las razones por las que la revista es capaz de desmontar su experiencia de lectura –afirma el periodista– es que no tiene publicidad de ningún tipo; el contenido se sufraga únicamente por suscripciones y sus responsables afirman que ya es financieramente sostenible, gracias a que se produce con una estructura de costos muy bajos en comparación con la edición tradicional. En ese sentido, se acerca a lo que algunos consideran edición artesanal.
Esta práctica se presenta como la antítesis de los editores tradicionales y desde una perspectiva de diseño, a cargo de Marco Arment, se destaca la simplicidad de la aplicación como su característica más interesante. Mathew Ingram insiste en que “en este caso se comenzó pensando en cuáles eran los elementos que realmente se necesitaban, y se dejó todo lo demás, frente a la mayoría de las revistas y los periódicos que parecen preguntarse ¿Cómo podemos tener todas las cosas que ya tenemos y las cosas que ya se hacen, y apretarlos en este nuevo contenedor?” Este proceso –manifiesta de forma rortunda Mathew Ingram– está fundamentalmente truncado y no es viable en la actualidad.
Simplicidad, simplicidad, simplicidad –se insiste en el artículo– como elemento clave, junto al principio de que el contenido debe adaptarse a la experiencia, y no al revés. En esta línea se apuntan otros experimentos a tener en cuenta, como los desarrollos de Summly, una empresa puesta en marcha por un emprendedor de solo 16 años. También en este caso se opta por un diseño sencillo para aprovechar el poco tiempo y espacio en pantalla que los usuarios móviles tienen a menudo para consumo de contenidos. Ingram comenta también otras buenas prácticas en relación con la lectura móvil, como las de Circa y la que ofrece Tapestry.
Ante estas y otras nuevas sendas que se abren en la edición en línea, Mathew Ingram se pregunta finalmente por qué no hay más editores tradicionales experimentando con características o servicios similares a las experiencias comentadas. En ese sentido advierte de que es necesario reconducir los enfoques antes de que sea demasiado tarde.
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