Es de sobra conocido el valor que tienen los datos que se recogen sobre los patrones de conducta y de compra de los consumidores. Martyn Daniels, editor y colaborador del blog FutureBook, va más allá y se pregunta en un artículo qué papel pueden cumplir estos datos en el sector editorial y de qué manera se están empleando hoy en día.
En el mundo de la edición, desde hace algunos años y a través de las copias de inspección digital o los sistemas del catálogo electrónico, se obtienen datos sobre lo que los usuarios leen, anotan y comparten, pero en opinión de Daniels, esta información no siempre se ha aprovechado al máximo. “Se ha recopilado –asegura– información de cada clic que realizaba el usuario […] ¡una mina de oro para cualquier profesional del marketing o vendedor!”.

Amazon y otras empresas cuentan con plataformas y servicios en la nube a través de los cuales pueden identificar hábitos muy interesantes, comenta Daniels. Ahora bien, ¿a qué otra información pueden tener acceso estas compañías? –insiste.
Están apareciendo prácticas que dan un giro más sobre esta tendencia. Este puede ser el caso de la geolocalización y la socialización de la lectura de libros.
En cuanto al primero, Daniels presenta el caso de Eli Horowitz, que ha desarrollado la aplicación The Silent History, en la que se cuenta la historia de un niño nacido sin la capacidad de poder crear o comprender el lenguaje (véase Lectura Lab). La historia se lanza por capítulos y, para que los lectores sepan más sobre la historia, Horowitz ha creado cientos de "informes cerrados por GPS”. Es decir, los lectores sólo pueden acceder a ellos si van con su dispositivo al lugar indicado.
En el segundo caso, Daniels destaca la labor del grupo McGraw-Hill y el anuncio del lanzamiento de su Smartbook, el cual estará disponible a finales de primavera. Se trata de un libro electrónico dirigido a estudiantes que permite a los alumnos leer el mismo libro de texto. Cuando los alumnos comienzan a leer y a contestar las preguntas que se encuentran integradas en un determinado tema, empiezan a aparecer resaltados distintos pasajes que señalan al lector dónde debe centrar su atención. “Es como tener al profesor mirando por encima del hombro mientras uno lee” –comenta.
Por consiguiente, concluye el articulista, toda información sobre comportamiento, preferencias o desestimaciones que se pueda conseguir no es sólo útil para los supermercados o los minoristas en línea, sino que se puede emplear para dar forma a los distintos contenidos digitales e incluso diseñar la navegación a través de ellos.
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