La lectura digital es un hecho que con el tiempo está ganando más adeptos, pero todavía existen muchos problemas que limar en lo que al préstamo bibliotecario de ebooks se refiere. Tre Hargett, secretario del estado de Tennessee en los Estados Unidos, ha publicado un artículo en Publishers Weekly en el que anima a los editores y a las bibliotecas a trabajar juntos, para que los libros electrónicos lleguen sin problemas a los usuarios.
Según los últimos estudios que han presentado empresas como Pew Research Center, parece obvio que el número de lectores de ebooks en los Estados Unidos va a ir en aumento. Muchas bibliotecas públicas de ese país ya se están preparando. Un setenta y cinco por ciento de ellas ya ofrecen libros electrónicos y casi un cuarenta por ciento ofrece lectores electrónicos. Sin embargo, añade Hargett, mucha gente todavía no sabe que su biblioteca ya ofrece estos servicios.

Las editoriales en este país cobran unos precios exorbitantes a las bibliotecas por los libros electrónicos y otras están probando programas piloto y se niegan a vender a los consorcios bibliotecarios. Debido a estas restricciones, apunta Hargett, muchos de los libros más vendidos que aparecen en las listas de publicaciones como la de The New York Times no están disponibles para los usuarios. Si algo así pasase con los libros impresos –advierte Hargett– se produciría un gran alboroto, algo que no descarta que ocurra en un futuro no lejano.
Las bibliotecas son espacios que cultivan el amor a la lectura. La gente que coge prestados libros es muy posible que acabe comprándose los suyos. Estos dos principios, apunta Hargett, se pueden aplicar también a los ebooks. Por tanto, añade, si no están disponibles lo libros que la gente quiere o necesita y en el formato que sea, la situación no augura nada bueno.
Otra de las misiones de las bibliotecas y que Hargett destaca en su artículo, es el hecho de que son las encargadas de proporcionar información y materiales a aquellas personas que cuentan con ciertas dificultades económicas. Para ello es necesario que puedan prestar ebooks a quienes no pueden pagarlos.
Es compresible, añade, que los editores quieran encontrar un modelo económico de ventas para las bibliotecas y que les funcione en la era digital. Por lo que cree necesario que se encuentren soluciones que se acomoden a las necesidades de ambas partes. En definitiva, deben trabajar juntos y encontrar remedios creativos.
Pero Hargett se declara optimista y ve posible que ambas partes hallen los ajustes necesarios que den respuestas a sus necesidades. Aunque también recomienda que para que esta transición sea lo menos dramática posible, debe de empezar a planificarse cuanto antes.
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