Hace cinco años el Senado mexicano votó a favor de una ley que proponía fijar el precio de los libros. Según manifestó en la Feria del Libro de Guadalajara Marcelo Uribe, director de la editorial Ediciones Era y vicepresidente de la Asociación de Editores Mexicanos, esta propuesta no ha tenido el éxito que se esperaba ni ha beneficiado a los libreros del país hasta la fecha.

Esta ley –explica Sal Robinson en un artículo publicado en Melville House– se creó para ayudar a las librerías y evitar sus cierres al no poder hacer frente a la arbitrariedad de los precios y a los descuentos que aplicaban algunas compañías. Aquellas que decidieron seguir esta propuesta se han visto debilitadas por las que no lo hicieron.
Ronaldo Arnesto, jefe de la cadena de Librerías Dante, dijo en una entrevista concedida a Yanet Aguilar en El Universal, que esta situación le parecía del todo absurda e injusta, poque es" una medida perjudicial para los libreros y para los libros".
Otros países también se han sumado a esta ley. Así por ejemplo Israel –explica Robinson– cuenta con una propuesta similar y a principios de este año se han presentado los primeros datos. Avi Shumer, director ejecutivo de Tzomet Sfarim, una de las dos cadenas de librerías más importantes del país, dijo que con esta ley se benefician los autores con más renombre, ya que siguen ganando dinero, pero los editores –continúa– no podrán dar a conocer más títulos nuevos, ya que no pueden vender al precio que les correspondería hacerlo.
Este debate –asegura Robinson– está teniendo lugar también en Canadá, donde muchos libreros se oponen a esta medida, ya que creen que el hecho de no poder aplicar descuentos podría perjudicar a las librerías más pequeñas.
De todas maneras –concluye el artículo– experiencias realizadas en Francia y en otros países sugieren que no es del todo imposible seguir una medida como esta, pues los obstáculos no son tan insalvables y las ganancias no son tan insignificantes.
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