Carlos Magro, especialista en estrategia digital y educación reivindica al maestro que quiere que sus alumnos aprendan en un artículo que publica en su blog co.labora.red.
A partir de la relectura del pensamiento del pedagogo francés Jacques Jacotot, del escritor colombiano William Ospina, o de los escritores italianos Cesare Pavese y Claudio Magris, Magro recupera la idea de que "un maestro no tiene que ser necesariamente alguien que sabe, sino alguien que quiere que sus alumnos aprendan" e insistir, como dejó escrito Cesare Pavese en el Oficio de vivir, en que "las lecciones no se dan, se toman".
Magro recuerda que “hace falta una educación que enseñe sin querer enseñar”, como dijo Magris y que, en palabras de Ospina, “la educación sería más fácil si no creyera estar llena de respuestas… La educación no debe consistir tanto en llenarnos de certezas como en orientar y alimentar nuestras búsquedas. Nada debería ser definitivo, todo debería estar en discusión”.
En su opinión, ambos recuerdan "inmediatamente al pedagogo francés Jacques Jacotot y su método de la Enseñanza Universal" en tanto que la frase de Magris trae a la memoria aquello de que “se puede enseñar lo que no se sabe”, según la experiencia "de este maestro francés exiliado que enseñó a sus alumnos sin explicarles nada y que les mostró su capacidad de aprender por sí mismos". Y lo hizo, tan solo –subraya Magro– invitándoles a usar su inteligencia, «alimentando sus búsquedas», como señala Ospina. Sin necesidad de explicaciones, ni de respuestas, ni de certezas".
El autor del artículo recuerda que Jacotot , maestro progresista, hijo de la Ilustración y la Revolución, con la vuelta de los Borbones al trono tuvo que exiliarse y entonces se vio obligado a explicar literatura francesa a un grupo de alumnos flamencos en Lovaina que solo hablaban neerlandés y desconocían por completo el francés.
De esta manera –dice Magro– "el azar desafiaba así su larga experiencia y ponía en cuestión la base de todas las pedagogías: la explicación. Sin un lenguaje común no había manera de explicar porque no había manera de hacerse comprender. Lo que impedía de hecho toda pedagogía".
"La solución que encontró fue providencial –agrega–. Recurrió a una edición bilingüe francés-neerlandés del Telémaco de Fenelón (un texto usado por entonces para la enseñanza de lenguas) y pidió a sus alumnos, por medio de un traductor, que se aprendieran el libro de memoria y escribieran un resumen con la ayuda de la traducción. Jacotot se sorprendió cuando al cabo de un tiempo descubrió que sus alumnos habían aprendido a hablar y a escribir en francés sin necesidad de sus explicaciones".
Jacques Rancière, que recoge la historia en El maestro ignorante (1985), sostiene que "nada había transmitido Jacotot a sus alumnos de sus conocimientos previos. Aprendieron solos, de manera autónoma pero eso no quiere decir que aprendieran sin maestro. Jacotot, de hecho, no cuestiona en ningún momento la necesidad del maestro. Él mismo es un maestro. No pone en cuestión su papel. Sin maestro, señala Jacotot, nada hubieran aprendido. Sin alguien que les dejara a solas con el texto, nunca hubieran aprendido francés".
Magro subraya que "Jacotot fue necesario. El maestro fue necesario. Al menos para decir a sus alumnos que podían hacerlo, que podían aprender solos. Al menos para darles el impulso inicial. Para empujarles a interpretar por sí mismos el texto que tenían delante. Pero su papel ya no tenía que ver con dar acceso al conocimiento que él poseía. Sólo había apoyado la voluntad de sus alumnos".
El autor del artículo recuerda que hace unos años el filósofo Alejandro Piscitelli se preguntaba "¿Quién no puede estar de acuerdo con el genial revolucionario exiliado cuando afirma que todos los hombres tienen la misma inteligencia y que la función de la educación es antes que nada emanciparlos?".
Quien no va a estar de acuerdo con la afirmación de que “la instrucción es como la libertad: no se da, se toma” (Exposición razonada del método de la Enseñanza Universal de J. Jacotot. Madrid. 1849) –añade Magro.
Por último afirma: "Quién no puede estar de acuerdo con la idea de que la educación no consiste en confirmar una incapacidad sino a la inversa en forzar una capacidad que se ignora que se tiene. Quien no quiere estar de acuerdo con el principio que sustenta todo el método de Jacotot: el que quiere puede".
El artículo completo está disponible en el blog de Carlos Magro.
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