Un estudio realizado por Literacy Trust ha encontrado que uno de cada cuatro niños afirmó que a sus padres no les importaba si leía o no. Las bibliotecas, librerías y editoriales ya están presentando sus programas de lectura, pero quizá el gran impedimento vaya a ser los padres.

La escritora Kate DiCamillo cree –según publica Michael Kozlowski en Goodereader– que una de las claves para conseguir que los niños lean este verano es dejar que elijan ellos mismos sus libros. No hay que juzgar, ni decir que no a una elección de lectura hecha por los más pequeños –asegura.
Deborah Johnson, encargada de la selección de libros para la tienda Barston’s Child’s Play, aconseja a los padres este verano relajarse en caso de que su pequeño no se lance inmediatamente a leer un libro, ya que esto no significa que no acabe siendo un ávido lector en el futuro. Cada niño tiene su propio gusto y ritmo.
A esto hay que añadir –dice– que los pequeños tienen teléfonos inteligentes y otros dispositivos que mantienen sus mentes adormecidas de forma sencilla mientras juegan, por lo que resulta más difícil que se acerquen voluntariamente a un libro. Quizá los padres deberían levantar sus cabezas de los teléfonos, ya que los niños repiten modelos de comportamiento –asegura.
El escritor James Patterson recalcó en una entrevista realizada en televisión el papel fundamental que tienen padres y abuelos en el fomento de la lectura, una labor que no debe recaer solo sobre las espaldas de las escuelas.
Una idea que comparte Kozlowski, que finaliza su artículo haciendo hincapié el papel de los padres en fomentar el amor a la lectura y les invita a ir a la biblioteca y entrar en una librería. Un niño sin libros –asegura– es un mundo dirigido por la apatía, la labia y la estrechez de miras.
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