El éxito de la empresa norteamericana Netflix, que ha anunciado su instalación en España para comienzos de 2012, pone en tela de juicio la idea de que en el negocio de la cultura en internet lo más importante son los contenidos.
La reflexión corresponde al periodista Jonathan Knee, del diario norteamericano The Atlantic, que se refiere al fulgurante éxito de Netflix, la empresa líder en distribución de contenidos mediante suscripciones para el alquiler de películas en línea por tarifa plana, o en DVD, streaming de vídeo, y otros servicios en los Estados Unidos.
Esta empresa, fundada en 1997 en California, ha modificado la forma de consumir cine en los EE.UU., mediante el llamado servicio de visualización vía streaming que ofrece ya a sus suscriptores en EE.UU. y Canadá acceso ilimitado a películas y series de televisión a cambio de 5,52 euros mensuales a través de distintos dispositivos con acceso a internet como ordenadores, televisores y videoconsolas.

Jonathan Knee señala la particularidad de que el éxito de Netflix reside en que se ocupa básicamente del negocio de la agregación de contenidos de entretenimiento creados por otras compañías y lo que vende es el acceso a ellos con un servicio de suscripción a los consumidores que, por cierto, ya alcanzan los veintiséis millones de abonados en los EE.UU.
El periodista hace notar que este año Netflix ha logrado vencer el imbatible reinado de Apple en cuanto a la fidelización de los clientes entre otras 528 empresas, pues hace que sus abonados se mantengan ferozmente leales.
Para Knee el enorme éxito de un simple distribuidor es algo incomprensible "y francamente hasta un tanto desconcertante" -dice- en una cultura comprometida con la idea de que “el contenido es el rey”, especialmente “cuando los responsables de la savia creadora que fluye por sus venas están luchando por la rentabilidad”.
En este sentido, cabe preguntarse si el modelo adoptado por Netflix para el mundo de la imagen no se puede trasvasar al de cualquier otra actividad relacionada con la creación de contenidos, como puede ser la industria editorial. En todo caso, Knee opina que la estructura económica del negocio multimedia no es tan diferente a la de cualquier otro en general.
El artículo completo puede leerse (en inglés) en este enlace.
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