Pat Scales, presidenta del Comité para la Libertad Intelectual de la American Libray Association (ALA), recoge en un artículo publicado en School Library Journal (SLJ) ciertos casos de censura en relación con la utilización de eBooks en bibliotecas escolares estadounidenses, además de llamar la atención sobre las páginas de recomendación de libros y sobre la figura de los padres voluntarios en las bibliotecas escolares.
Una de de las primeras cuestiones a las que alude Pat Scales, parte del caso de un colegio en el que una profesora de lectura no permitía a sus estudiantes leer libros electrónicos y sólo les dejaba leer aquellos que se encontraban en la biblioteca del centro. Según manifiesta esta especialista en el artículo, se han dado episodios de censura que han tenido que ver con el contenido de materiales de la biblioteca, pero esta es la primera vez que se enfrenta a uno en el que lo que se censura es el formato del libro. En su opinión, quizá lo que la docente pretendía era controlar las elecciones de lectura de sus alumnos o no estaba al tanto de que muchas de las lecturas que se recomiendan en las escuelas ya están disponibles en formato digital. Lo que está claro, continúa Scales, es que es necesario que los profesores entren en el siglo XXI y conozcan ciertas prácticas que se están realizando en otras escuelas, con dispositivos como las tabletas y que están obteniendo resultados interesantes.
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También presenta Pat Scales una situación producida en una biblioteca escolar estadounidense, en la que el responsable informático pidió a los bibliotecarios que se bloqueasen todas las páginas de redes sociales, ateniéndose a lo establecido por la ley CIPA (Children´s Internet Protection Act) la cual se encarga de controlar el acceso a contenido obsceno o dañino que aparece en internet. Para la especialista, esto es sin lugar a dudas todo un error, ya que lo que pretende esta ley es que las bibliotecas reciban las ayudas para aquellos programas eRate a través de los que se informa a los usuarios y padres sobre asuntos como el ciberbullying y el uso apropiado de las redes sociales. Nada que ver, explica, con prohibir su acceso.
Otro de los casos que se comentan está relacionado con aquellas lecturas que se solicitan en los colegios y cómo algunos padres recurren a páginas de recomendaciones para comprobar los comentarios que se hacen sobre estas obras. En muchas de las ocasiones, incide Pat Scales, estas páginas no utilizan profesionales para hacer esas reseñas e incluso se pueden dar casos, comenta la especialista, en los que un simple beso sacado fuera de contexto ha acabado calificando a un libro como de alto contenido sexual.
Por último, se expone una situación en la que uno de los padres voluntarios que colaboraban con una biblioteca escolar no atendió a la importancia de la confidencialidad y acabó compartiendo información privada sobre un alumno con su hija. Aunque para la especialista la ayuda de padres voluntarios en una biblioteca es de un valor inestimable, recomienda que se les impartan cursos en los que se les explique cuáles son sus labores y cómo los registros de una biblioteca son totalmente confidenciales. También es importante que las recomendaciones de lectura las haga siempre el personal de la biblioteca, ya que comprenden mejor las preferencias de lectura de los estudiantes.
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