El desarrollo tecnológico y del entramado virtual de las redes sociales no solo afecta la esfera de la comunicación y de los medios que se mueven en torno a ella sino que el impacto ha alcanzado la educación y ha afectado la manera de enfocar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Mathew Ingram analiza en un artículo publicado en GIGAOM qué supone esta ruptura respecto de la educación formal.
Ingram plantea que este proceso de cambio y de ruptura solo está iniciándose y reflexiona sobre las circunstancias en las que se produce esta transformación y los derroteros que puede tomar. Los dispositivos y servicios de la web social han cambiado muchas cosas que siempre se han dado por sentadas, afirma el periodista, entre ellas la forma de concebir el acto educativo: de las aulas de infantil a las universitarias, hoy más que nunca se multiplican las formas y vías de que niños y adultos se eduquen. Como ejemplo, Ingram comenta en primer lugar el proyecto One Laptop Per Child (OLPC) que se desarrolla en a aldeas remotas de Etiopía.
Nicholas Negroponte, exdirector del Laboratorio de Medios del MIT y fundador de este proyecto, habló recientemente sobre la marcha y resultados de esta experiencia basada en la distribución de tabletas Motorola Xoom a niños y niñas de dos aldeas aisladas a cincuenta kilómetros de Addis Abeba. Negroponte destacó en su intervención cómo estos niños que nunca habían visto antes palabras impresas en inglés, sin instrucciones ni intervención alguna de educadores, respondieron frente a los embalajes de una forma sorprendente.

En cuestión de minutos, destaca Ingram, los niños habían extraido los dispositivos del interior de las cajas, los había encendido y en cuestión de días estaban utilizando la serie de aplicaciones incluidas en ellos. “Más sorprendente, en cuestión de semanas, aún –enfatiza el periodista– habían descubierto la manera de "hackear" el sistema y sortear las restricciones incorporadas en el software para cambiar el fondo de pantalla del ordenador portátil”.
Gracias a las tabletas, apuntó Negroponte, los niños "en cinco días estaban utilizando cuarenta y siete aplicaciones infantiles, por día. En dos semanas, cantaban canciones de ABC en el pueblo, y en cinco meses habían hackeado Android”. Por error, añade Negroponte, la cámara de los dispositivos estaba deshabilitada y fueron los propios niños los que se dieron cuenta de ello y consiguieron habilitarla.
Otro ejemplo que evidencia las posibilidades del autoaprendizaje está en el proyecto denominado el "Hole In The Wall" puesto en marcha por Sugata Mitra, profesor de tecnología educativa en la Universidad de Newcastle, en 1999 en los barrios pobres de Nueva Delhi. También en este caso se proporcionó un ordenador a unos niños sin formación tecnológica y con poca instrucción y fueron capaces de lograr por sí solos notables avances en su uso.
Estas experiencias, afirma Ingram, ponen de manifiesto que la tecnología es un gran aliado en el desarrollo de proyectos educativos y que su cabal aprovechamiento puede servir para cambiar el rumbo de muchas vidas.
En el artículo también comenta el caso descrito recientemente en la revista Time acerca de una niña de 11 años que vive en Pakistán, que seguía un curso introductorio al nivel universitario sobre Física a través de un espacio denominado Udacity. El caso es que cuando Khadijah Niazi estaba a punto de finalizar el examen final del curso (junto con otras 23.000 personas), el gobierno de su país cortó el acceso a YouTube, que Udacity utiliza para distribuir sus vídeos. Lo más notable es que con la ayuda de un joven que estaba siguiendo el curso en Malasia y de un profesor de Física en Portugal, se pudieron descargar y salvar todos los vídeos para subirlos a un sitio no censurado al que Niazi tendría acceso. Así, finalmente la joven pasó el examen con nota y se convirtió en la alumna más joven en completar dicho curso de Udacity.
Acerca de este caso, Ingram resalta cómo a pesar de que estos estudiantes de 125 países, que nunca habían coincidido presencialmente, después de semanas de clase, ayudándose mutuamente con las leyes de Newton, la fricción y el movimiento armónico simple, habían sido capaces de crear un grupo y de generar vínculos tan fuertes como si compartieran el mismo cubículo de una biblioteca, lo que les aportó la fuerza y la capacidad para sortear el bloqueo.
Los proyectos y casos expuestos, comenta Ingram, son ejemplos de organizaciones y empresas que tratan de cambiar la forma de encarar el hecho educativo. Como lo hace también la Khan Academy, cuyo origen está en el uso de vídeos de YouTube por parte de Salman Khan como una manera de enseñar matemáticas a su sobrina y que hasta la fecha ya ha entregado más de doscientos millones de lecciones individuales. A pesar de algunas zancadillas, Mathew Ingram piensa que hay indicios para creer que estas iniciativas innovadoras ganan aceptación por parte de los establecimientos académicos formales, como indican los reconocimientos de créditos de algunas universidades.
En todo caso, sentencia Ingram, las trabas de las instituciones educativas moribundas o las líneas rojas marcadas por algunos gobiernos no lograrán parar este desarrollo de la educación continua, les guste o no a estas entidades que ponen trabas a su desarrollo. “Los estudiantes encontrarán una manera de aprender si se les da la oportunidad –sostiene el analista– y la tecnología y las redes sociales están proporcionando algunas formas eficaces de hacerlo”.
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