La idea de transformar todo documento físico en digital y proporcionarlo a través de un portal centralizado de carácter público es una idea magnífica. Idea que comparte y quiere poner en práctica la Digital Public Library of America (DPLA). Pero la ley de derechos de autor o la limitación de presupuestos locales no parecen ponerlo nada fácil.
Robert Darnton, bibliotecario de la Biblioteca de la Universidad de Harvard, explica en un artículo que firma Tim Carmody, experto en media y tecnología, en The Verge, cuáles son las metas a las que quiere llegar la DPLA, cuyo lanzamiento tendrá lugar el próximo 18 de abril de 2013 en la Biblioteca Pública de Boston.
Su objetivo primordial, comenta Darnton, es apoyar los esfuerzos que están realizando la instituciones asociadas a la DPLA para escanear los documentos y funcionar como un motor de búsqueda y repositorio de metadatos. La idea no es actuar como Google en lo que a libros impresos ser refiere, sino más bien reunir una mezcla ecléctica de textos, fotos, datos, piezas de arte y documentos difíciles de encontrar.
Entre las instituciones asociadas están el Instituto Smithsonian, NARA [The National Archives and Records Administration], la Biblioteca de la Universidad de Harvard, la Biblioteca Pública de Nueva York, ARTstor y una gran número de iniciativas estatales y regionales que llevan a cabo distintas bibliotecas locales y museos.
La DPLA cuenta, explica Dan Cohen, director ejecutivo de esta biblioteca, con una API para desarrolladores, artistas y todos los que quieran participar, adaptar y revisualizar obras de arte y textos. Los términos de utilización son especialmente permisivos, añade, y todo documento, que sea posible, contará con una licencia Creative Commons 0 [CC-=0], por lo que cualquiera podrá coger y usar lo que quiera.
La idea, añade Darnton, es crear una plataforma en la que el saber académico se difunda y conserve en formato abierto, tanto para las generaciones actuales como para las futuras. Se quiere encontrar la manera en la que las bibliotecas públicas participen de forma colectiva con editores y así hacer que los libros electrónicos estén disponibles para los ciudadanos. Además, añade, se quiere trabajar directamente con los autores con la idea de donar sus libros al bien común.
Su inauguración –finaliza Tim Carmody– podría suponer un verdadero reto para el régimen actual de editores, libreros y buscadores en los Estados Unidos. Por el momento tendrá que conseguir financiación, desarrolladores con talento, fomentar la conciencia pública y encontrar el equilibrio de intereses de las partes involucradas, tanto públicas como privadas.