Un veintitrés por ciento de los estadounidenses mayores de quince años lee libros electrónicos, según un estudio realizado en diciembre del 2012 por Pew Research Center Internet & American Life Project. Karen Springen, antigua colaboradora de la revista Newsweek y en la actualidad profesora de periodismo en Nothwestern, ha publicado un artículo en The Digital Shift en el que recoge los datos de dos escuelas de secundaria de alto rendimiento, sobre su migración a la lectura digital.
Cuando se les preguntó a estas escuelas sobre por qué adoptar los ebooks, contestaron que era necesario estar en los espacios en los que se encuentran los niños y, en la actualidad, muchos de ellos se mueven en entornos online. A esto hay que añadir el hecho de que los más pequeños necesitan que se les enseñe cómo funciona y cómo trabajar en el mundo digital.
También es necesario, señalan algunos profesores, ir poco a poco, ya que no todo consiste en comprar muchos dispositivos si no se sabe muy bien qué hacer con ellos. La idea, continúan, es ver cómo lo usuarios interactúan, y asegurarse de que la inversión en este tipo de tecnología verdaderamente merece la pena.

Otra de las cuestiones que incluye Springen en su artículo, tiene que ver con que si los libros electrónicos favorecen el aprendizaje en los niños. A este respecto, Sue Polanka, fundadora del blog No Shelf Required, explica que muchos niños a los que no les gusta leer mejoran sus aptitudes considerablemente cuando utilizan dispositivos electrónicos. Cuando se enfrentan a un texto en una tableta, añade, no se sienten intimidados por la extensión del texto, e incluso les gusta el hecho de tener en su manos uno de estos aparatos.
Entre los obstáculos a los que se enfrentan estos centros, figura tanto el precio de los libros electrónicos como de los dispositivos. Además, continúa Springen, la conexión WiFi también supone un problema, ya que muchos colegios no cuentan con la infraestructura necesaria para dar soporte al total de los alumnos que quieran conectarse a sus redes inalámbricas. Otra de las dificultades, que destacaron algunos de los profesores, es la de filtrar el contenido al que los estudiantes pueden acceder desde la escuela. Los centros cuentan con sus propios filtros, pero la duda aparece, comenta Polanka, cuando estos alumnos se conectan con estos dispositivos en lugares en los que no se aplica ninguno.
En el artículo también se destaca la función de las bibliotecas escolares en el fomento de la lectura en dispositivos digitales y presenta las acciones que realiza una bibliotecaria escolar, que recomienda una aplicación a la semana y presenta herramientas para realizar tareas específicas. También sube estas recomendaciones en su perfil de Twitter o las envía por correo electrónicos a maestros y estudiantes.
En lo referente a la propiedad de estos dispositivos, en principio en muchos de estos colegios las familias pagan una parte y el resto los ponen los centros. Ahora bien, algunos de los entrevistados están convencidos de que en un futuro no muy lejano esto no tendrá mucho sentido, ya que la mayoría de los usuarios tendrán su propio dispositivo.
Por lo que respecta a los libros de texto electrónicos, la filosofía de estos centros es prestarlos de la misma manera que se prestaban los impresos, incluso han podido comprobar que a la larga les supone un ahorro si se compara con el precio de los libros de texto en formato papel.
Por último, cuando se les preguntó sobre cuál es la mejor manera de obtener contenidos digitales, muchos estaban de acuerdo en que conseguir contenido electrónico de calidad en los Estados Unidos todavía resulta complicado, ya que hay que tener en cuenta la disponibilidad de los títulos, el acceso, el coste y la calidad. A esto hay que añadir el hecho de que aunque plataformas como por ejemplo OverDrive cuentan con gran cantidad de títulos, por ahora siguen resultando demasiado caras.
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