A partir de los datos obtenidos en el informe que ha publicado recientemente el Pew Internet and American Life Project, se observa que aquellos grupos sociales más desfavorecidos en los EE.UU. son los que mayor importancia le dan a la función que cumplen las bibliotecas públicas con la comunidad. Lo paradójico es que solo el trece por ciento del gasto operativo en bibliotecas públicas en los Estados Unidos se destina al contenido.

Algo más del sesenta por ciento de los afroamericanos e hispanos en los EE.UU. dio importancia en esta encuesta a los libros y a los medios. A esto hay que añadir que también un sesenta por ciento de los estadounidenses con ingresos inferiores a los treinta mil dólares al año los considera “muy importantes”. Por lo tanto, David Rothman se plantea en un artículo publicado en The Digital Reader si existe una brecha racial y de clase cuando se trata de proveer de contenido a las bibliotecas públicas.
Las bibliotecas son y deben ser mucho más que libros –comenta Rothman– pero estos son la tarjeta de visita y el reclamo de cualquier biblioteca pública. El problema radica –continúa– cuando a éstas no se les proporciona el dinero necesario para invertir y aumentar su oferta de contenido.
Durante su discurso, este periodista también hace referencia al la Digital Public Library of America (DPLA). En su opinión se trata de un proyecto académico muy prometedor pero no atiende a las necesidades de la comunidad. El interés de la DPLA ha estado –explica Rothman– en crear enlaces a libros de dominio público, a documentos históricos y a otros elementos y no en crear un proceso de financiación y adquisición que permita comprar aquellos libros que quieren los usuarios habituales de una biblioteca pública. La solución para este periodista sería generar algo que fuese una mezcla de dos sistemas, uno centrado en las necesidades de la comunidad y el otro en el público académico.
Apoya el hecho de que se compartan contenidos, de que exista un catálogo digital y una infraestructura compartida, y por supuesto, que todo el mundo pueda acceder directamente al sistema académico, pero lo que advierte Rothman es que no se confundan las principales misiones de una biblioteca pública con una académica y que se trate de convertir a la primera en la segunda.
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