Una app store o tienda de apps en la que los estudiantes y sus padres son los clientes en un mercado complejo. Es la metáfora que emplean Howard Gardner y Katie Davis para representar a la universidad actual y que se ajusta a lo que los estudiantes estadounidenses esperan sobre las asignaturas: saber qué se ofrece, qué se espera y cómo aprobarlas de la mejor manera posible para obtener el título de grado.
Así lo expresan en una entrevista realizada por Henry Jenkins, profesor de comunicación, periodismo y artes cinematográficas en la Universidad de Southern California. A Gardner y Davis, autores del libro The App Generation: How Today’s Youth Navigate Identity, Intimacy, and Imagination in a Digital World, se les ponen los pelos de punta al pensar que las reglas que Apple y Google imponen en el diseño y programación de apps limitan la creatividad.
Los estudiantes tienden a buscar respuestas instantáneas y definitivas y no obtenerlas les produce cierto malestar, describen. Pero las causas de este comportamiento no están solo en la tecnología, sino también en determinadas tendencias sociales más amplias. El creciente énfasis en las pruebas estandarizadas en las escuelas, los mercados globales, el aumento de la desigualdad de ingresos son tendencias anteriores a Facebook, Twitter e Instagram y han contribuido también al pensamiento algorítmico que se observa entre los jóvenes, explican estos autores.
De ahí surge precisamente esa metáfora de la universidad como una tienda de apps. Pero no es sencillo analizar las causas de este comportamiento: podría deberse a la cultura de negocio del país, a la creciente ubicuidad de las soluciones tecnológicas o a los efectos específicos de aplicaciones.
En su libro, Gardner y Davis relatan cómo un estudiante se cuestionó la necesidad de las instituciones de educación formal, cuando las respuestas a todas las preguntas pueden encontrarse en un smartphone.
La tecnología ha abierto un gran número de posibilidades para el aprendizaje individualizado, integrado y colaborativo. El contacto con los medios sociales en los niños desde los primeros años es característico de nuestra sociedad y este entorno probablemente es el que empuja al comportamiento autónomo que muestra este joven.
Pero la sociedad no debe admitirlo: «como padres, educadores, ciudadanos podemos modelar la no dependencia de los dispositivos, las apps y los medios sociales y ayudar a los jóvenes a ver que tienen opciones», concluyen Gardner y Davis.
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