La piratería parece estar alcanzando proporciones endémicas según algunas empresas, gobiernos y medios de comunicación. Pero ¿cuáles son sus verdaderas causas?
Martyn Daniels , editor y colaborador en FutureBook, el blog asociado al periódico digital The Bookseller, analiza en un artículo cuáles son los principales motivos que hacen que los usuarios sigan descargándose y utilizando materiales de forma ilegal.
La cultura de la copia no es algo nuevo, muchas personas la han practicado y practican voluntaria o involuntariamente. Es algo común, una norma social aceptada completamente y que quizá nunca se llegue erradicar. Ahora bien, existen grados dentro de esta práctica.
El grupo de académicos del Social Science Research Council (SSRC) en colaboración con The American Assembly, responsables en la investigación de la piratería, ha publicado los resultados obtenidos en una encuesta de opinión realizada a adultos estadounidenses de más de dieciocho años. Ésta se centró en el uso y las expectativas de los consumidores sobre los bienes culturales que consumen. También se exploró la forma en la que los ciudadanos aceptarían reconciliar las nuevas normas sociales y valores establecidos con las políticas públicas de propiedad intelectual.
Según estos datos el setenta por ciento de los encuestados confesaron haber adquirido música y películas de forma ilegal. Estas infracciones son toleradas si se trata de compartir entre familiares y amigos. Por el contrario, la distribución de material a gran escala y cuando involucra lucro, tiene poca aceptación. Sólo el uno por ciento de la muestra cae en la categoría de pirata extremo, aquel que tiene en su poder más de cien películas o colecciones musicales provenientes en su totalidad de descargas gratuitas.

Pero cuáles son las causas que hacen de este acto algo tan habitual.
Como apunta Martyn Daniels cinco son las razones que propician esta práctica:
- La gratuidad: Mucha gente desea pagar por lo que consume y reconocen que es necesario apoyar el talento creativo. Pero también existe un núcleo duro que siempre pedirán que los contendidos sean gratuitos y que resulta prácticamente imposible convencer. A este respecto, Daniels se pregunta si el problema reside principalmente en el hecho de que algo sea gratuito, o en el que exista la posibilidad de poderlo compartir dentro de un círculo de amigos.
- El uso justo: Esto ha sido algo habitual y relevante en el mundo académico y en las bibliotecas. La creación del Creative Commons supuso una salida positiva que adoptó un enfoque maduro en relación a las licencias de derechos de autor. Sin embargo, aquellos trabajos que no se encuentran bajo estas licencias pueden alimentar la confusión y conducir a pensar que cualquier trabajo se puede piratear. Cuando se crearon las leyes de derechos de autor era un momento en el que el usuario se limitaba a escuchar, ver o leer, pero hoy en día éstas deberían contemplar el hecho de cualquiera hoy en día no es sólo consumidor sino también creador.
- El precio: Los descuentos tan extraordinarios que se aplican a los materiales impresos han tenido un impacto significativo a la hora de percibir el verdadero valor de los libros electrónicos, en detrimento de estos últimos. Es difícil convencer a un consumidor del valor de algo cuando se tiene un precio fijo, como al que están sujetos los ebooks, no se pueden aplicar descuentos espectaculares como en otros materiales y además se pueden comparar precios en tan sólo un clic.
- Los impuestos: Martyn se pregunta si no serán los gobiernos y la autoridades fiscales los que han alimentado la piratería con impuestos que son claramente incompatibles entre los formatos en papel y en digital de una misma obra. Resulta imposible justificar una diferencia de un veinte por ciento, como ocurre en ciertos países. Se asume que haya que pagar impuestos, pero a nadie le gusta que le estafen.
- La propiedad: Hoy en día se les sigue poniendo a los libros la camisa de fuerza del DRM en defensa de los derechos de autor. No se permite compartir libros libremente, se limita el número de dispositivos a los que se puede transferir un archivo. La industria se ha mantenido en un enfoque de línea dura.
Los usuarios quieren ser dueños de sus archivos y si esto no se tiene en cuenta o se presiona por los precios que se pagan, o el usuario se apuntará a la piratería. Se debería tener en cuenta los modelos basados en la nube o en la impresión “bajo demanda”, como ya emplean Spotify o Netflix.
En definitiva, y como apunta Daniels, los problemas que conducen a la piratería no son tan simples y parecen estar más relacionados con la economía social. La tolerancia cero a este respecto no llevará a su desaparición sino a su incremento.
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