La propiedad de los derechos de un libro en formato en papel y los de su versión digital en manos de una misma editorial es una de las prácticas más habituales. Sin embargo, Philip Jones señala en un artículo publicado en Futurebook que quizá esta tendencia no sea lo más acertada y que le quid de la cuestión no está tanto en la división de formatos, sino en tener claro de que forma un determinado contenido debe o no ser lanzado.
La escritora, guionista y actriz inglesa, Lynda La Plante, ha puesto en marcha La Plante Global, companía desde la que controlará todos sus trabajos futuros, desde libros a acuerdos con televisiones y películas, además del contenido digital y la producción. Esta escritora –explica Jones– seguirá publicando sus libros en formato impreso con la editorial Simon & Schuster en el Reino Unido, pero en cuanto al resto de los contenidos, no será así.
Un caso parecido es el del cocinero Jamie Olivier, quien publica sus libros impresos en la editorial Penguin, pero el resto lo hace a través de su propio negocio y producción digital.
Ambos son personajes mediáticos cuyo nombre o marca precedió la aparición de sus libros, por lo que estos últimos se pueden ser simplemente una parte de un gran pastel –comenta Jones. El caso –continúa– es que hace unos meses el escritor británico de fantasía y ciencia ficción Sir Terry Pratchett lanzó Narrativia, una compañía de producción multimedia que tiene los derechos en exclusiva de todas la obra de este escritor y sus adaptaciones a televisión, medios digitales incluso del merchandising.
Quizá –explica Jones– se trate de autores atípicos que están construyendo negocios a partir de sus derechos de autor en un momento en el que las marcas, los personajes y las historias se pueden explotar cada vez más. Sin embargo –concluye– las editoriales están observando con interés todos estos proyectos con la intención de convertirse en el único espacio en el que los autores puedan lanzar sus obras, sea cual sea el proyecto, ya que al igual que los autores no quieren verse definidos por un libro, las editoriales tampoco.
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