Las bibliotecas francesas han comenzaron a ofrecer el servicio de préstamo de libros electrónicos desde el 4 de septiembre de 2014 a través de la red de mediatecas Montpellier Agglomération en fase piloto. Esta iniciativa a sido puesta en marcha en el marco del proyecto PNB (Prêt Numérique en Bibliothèque), sostenido por el Centro Nacional del Libro y el Servicio del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura.
BNF no es solo una plataforma de préstamo de libros electrónicos, sino una iniciativa interprofesional en la que se ha involucrado a libreros, distribuidores, editores y bibliotecarios. A través de ella los bibliotecarios podrán escoger entre la oferta de libros electrónicos propuesta por los distribuidores para el préstamo.
El funcionamiento es el siguiente: los distribuidores transmiten los metadatos de los libros que ofertan a la venta a la empresa intermediaria, Dilicom, y ésta se integra en la plataforma. A través de este espacio las bibliotecas pueden consultar los libros que les interesan y adquirirlos para el préstamo, según explican en Dilicom. Los libros electrónicos comprados estarán disponibles automáticamente en el catálogo.
Cada distribuidor o editorial podrá estipular unos términos o condiciones diferentes; los parámetros que entran en juego son el número de usuarios simultáneos que pueden tomar en préstamo un título, la duración de la disponibilidad de la oferta, el número de préstamos autorizados, el plazo máximo del préstamo y el acceso en streaming o mediante descarga del libro, en palabras de la asociación de bibliotecarios Réseau Carel.
Los bibliotecarios franceses no se muestran convencidos con varios de los términos de esta primera solución. Desde su punto de vista, las bibliotecas se ven limitadas porque son los editores quienes establecen los precios y las condiciones de acceso, explica Lionel Dujol, representante de la Asociación de Bibliotecas de Francia, en el blog ActuaLitté. Con este sistema, explica Antoine Oury, las bibliotecas se ven obligadas a negociar uno a uno con los editores, lo que restringe su capacidad de negociación.
No es la primera vez que los bibliotecarios franceses –y de otros países– se quejan de las condiciones abusivas impuestas por los editores: recientemente la Réseau Carel deploraba el importante aumento de las tarifas de Hachette. Para una biblioteca adquirir un libro resulta un 15 por ciento más caro que al usuario final, en palabras de Oury. Sin embargo, las bibliotecas se ven limitadas a prestar un solo ejemplar al mismo tiempo y durante un período determinado, al igual que sucede con el libro en papel. Además, la biblioteca no tiene en propiedad el documento, lo que para Dujol supone una amenaza para la sostenibilidad de las colecciones en las bibliotecas. |