Millones de libros, fotografías y películas son en estos momentos obras huérfanas, es decir, no pueden utilizarse o se desconoce la identidad de la persona poseedora de sus derechos. Con el paso del tiempo, estas obras acaban por desaparecer. La Oficina de Derechos de Autor de los Estados Unidos ha decidido subsanar este problema, pero según ha manifestado Mike Masnick, director ejecutivo de Floor64 en un artículo publicado en Techdirt, lo único que ha conseguido es agravar el problema.
Durante muchos años se ha hablado en los Estados Unidos del problema que afecta a las denominadas obras huérfanas. Casi todos los intentos que se han realizado para hacer frente a este problema, han supuesto un gran esfuerzo, sobre todo a la hora de localizar a los titulares de los derechos de autor.
Esta oficina ha publicado un informe con la intención de dar solución a este complejo asunto.
Según informa Masnick, este estudio proponer una ley muy similar a la presentada hace más de diez años, "pero mucho más ridícula", ya que lo que se propone es que sea el usuario el que registre el uso de esa obra huérfana en la Oficina de Derechos de Autor. Por lo que en lugar de solucionar el problema, este periodista considera que se lo empeora, al obligar al usuario a hacer el registro.
La oficina defiende esta medida diciendo que es una forma de unir a los usuarios con los titulares de los derechos de autor de las obras y cree que es una ventaja emitir una notificación de uso de la obra al propietario de los derechos, para que de esta manera sea conocedor de que su obra es una obra huérfana.
El informe reconoce que ha habido fallos judiciales de importancia, como es el caso de la digitalización de libros de Google, y señala, que todavía hay que abordar desde un punto de vista judicial cómo aplicar el uso justo de las obras huérfanas.
Masnick está convencido de que esta nueva norma supondrá una inversión intensa de tiempo y de búsqueda, por lo que es posible que el usuario finalmente desista de su utilización. Además –puntualiza– cuando la legislación es demasiado complicada, mientras que las instituciones y grandes empresas pueden hacer uso de ella con facilidad, el usuario lo considera una labor demasiado pesada y difícil.
En pocas palabras –concluye– en lugar de solucionar el problema de fondo, que sería simplemente volver a un sistema que requiera unas formalidades de registro, la Oficina de Derechos de Autor apuesta por imponer una carga enorme al usuario. Es más, si los derechos de autor, según recoge la Constitución, sirven para promover el progreso, "esta oficina –dice– parece apostar por poner mayores cargas en el público, en lugar de trabajar para hacer que estas obras estén disponibles y sean más accesibles".
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