La mayoría de las bibliotecas de los Estados Unidos cuenta con una colección de libros electrónicos, pero la oferta es bastante limitada. Aunque pueda pensarse que el problema radica en los distribuidores de contenido electrónico, lo cierto –asegura Michael Kozlowski en Goodereader– es que son los editores los que hacen que esta tarea sea cada vez más complicada.
Cuando una librería quiere comprar un libro, ya sea en tapa dura o de bolsillo, lo adquiere con un descuento del cuarenta y cinco por ciento, por lo que puede obtener cierto beneficio. Sin embargo, las bibliotecas pagan por un libro, que costaría unos diez dólares en Amazon, más de setenta –explica Kozlowski.
Cuando este periodista se ha puesto en contacto con la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) ésta le ha explicado que los editores se mantienen hostiles con respecto a las bibliotecas, ya que proporcionan libros electrónicos a los usuarios, a los que consideran clientes potenciales. De esta manera –continúa– los editores justifican la diferencia de precio, asegurando que así pueden compensar esas posibles pérdidas.
James Larue, del sistema bibliotecario del condado de Douglas, cree que tanto las bibliotecas como a los contribuyentes que las apoyan, están siendo estafados cuando se les pide por un libro un precio tres veces superior que el que se pediría a un consumidor habitual.
El resultado es que a esa mitad de usuarios de bibliotecas que tienen un ereader y prefieren leer en ese formato, solo se les puede ofrecer un diez por ciento de la colección.
Otro artículo en Lectura Lab sobre el tema, en este enlace.
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