¿Cómo pueden los editores alargar la venta de libros de tapa dura? Permitiendo la descarga de la versión electrónica de un libro al comprar un ejemplar de tapa dura. Es lo que propone Michael Clarke, vicepresidente ejecutivo en la empresa Silverchair Information Systems en el blog The Scholarly Kitchen.
Esta solución ha tenido cierto éxito en el ámbito de la música, en un nicho muy concreto, el de las ventas de vinilos de bandas de rock indie, según explica Clarke. Estas bandas se han dado cuenta de que sus seguidores prefieren comprar su música en vinilo y han decidido incluir en cada uno de esos vinilos una tarjeta con un enlace para descargar la versión electrónica de sus canciones. De esa manera aportan un valor añadido a sus fans y no canibalizan sus propias ventas, pues no es nada común que alguien compre ambas versiones.
Los libros de tapa dura tienen más o menos las mismas características que los vinilos y como ellos se están viendo desplazados por los libros digitales (según la Asociación de Editores Americanos, 2012 es el primer año en que las ventas de eBooks eclipsarán las de libros en papel). Los libros electrónicos ganan en el mercado por las mismas razones que la música digital, porque para el usuario es más cómodo descargar contenidos con un clic, que tener que acudir a la tienda.
Los editores aún tienen tiempo para tomar decisiones que los hagan más competitivos en el ecosistema del libro electrónico, asegura Clarke. El error que cometió la industria musical fue esperar a negociar con Apple cuando ya no tenía otra opción, opina este autor.
Hay mucha gente que prefiere los libros de tapa dura, argumenta Clarke, pues les gusta tenerlos en sus manos, disfrutarlos en un cómodo sofá, y se sienten más tranquilos sabiendo que no están siendo espiados, ironiza. Sin embargo, para quien viaja mucho es más práctico llevarse un lector con varios libros electrónicos. El lector no quiere pagar dos veces por los mismos contenidos, de manera que se ve obligado a escoger una u otra opción.
Clarke esgrime que, implementado de la manera correcta, este sistema mataría dos pájaros de un tiro. Por un lado brindaría a sus lectores un valor añadido y por otro extenderían la vida de las ventas de los ejemplares en papel. Para ello propone también la creación de plataformas propias por parte de los editores para la descarga de libros electrónicos.
Clarke va más allá y propone que los ejemplares en formato digital estén exentos de DRM [gestión digital de derechos], de esa manera se eliminarían los dos principales obstáculos para un mercado de libros electrónicos más competitivo. Si los editores utilizan esto como una oportunidad para inyectar más competitividad al mercado trabajando con organizaciones diferentes de los gigantes tecnológicos los clientes se familiarizarán con otras plataformas y modelos de distribución diferentes. Esto generaría unos hábitos de compra en torno a los propios editores, asegura Clarke.
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